La ironía nos permite ver otra cara de las cosas. Pero cuando es excesiva terminamos viendo más caras de las que tienen en realidad. Del mismo modo que algunas personas que se pasan de vueltas en la interpretación de lo que les sucede acaban creyendo en la teoría de la conspiración, los entusiastas de la ironía pueden terminar viendo las cosas a través de un filtro angustioso. A mí me recuerdan a los cómicos aprendices de mago de los que habla Terry Pratchett en Rechicero que, cuando acuden a la Universidad Invisible, lo primero que aprenden «(aparte de cuál es su taquilla y por dónde se va al lavabo) es que tienen que protegerse constantemente. Algunos piensan que es pura paranoia. Nada de eso. Un paranoico cree que todo el mundo se la tiene jurada. Un mago lo sabe».