Al inicio de su ensayo biográfico sobre Dickens, Chesterton dice que, con frecuencia, en sus años se podían escuchar o leer frases imprecisas del estilo «¿por qué no tenemos hoy grandes hombres como (…) Dickens?». Y comenta: «Aunque estas expresiones parezcan, como digo, arbitrarias y vagas, no debemos pasar de largo ante ellas. “Grande”, por supuesto, significa algo, y la prueba de la efectividad de su significado la ofrece, mejor que cosa alguna, el modo instintivo y resuelto con que aplicamos la calificación a unos determinados hombres y no a otros (…). El término encaja, sin duda, en un objeto definido: Dickens es lo que quiere decir ese término. Hasta los exquisitos y desventurados pedantes que no pueden leer sus libros sin exasperación, le colgarán el predicado como la cosa más natural del mundo, sin pararse a pensarlo. Aún ésos, no teniéndole por buen escritor, sienten que Dickens es un gran escritor. Se le trata como a un clásico, es decir, como a un rey del que se puede desertar, pero a quien no cabe destronar».