OK, señor Foster, de Eliacer Cansino, es un relato que habla, entre otras cosas, de no dejarse llevar por las apariencias.
Años sesenta. Perico, huérfano de madre, vive con su padre en Umbría, Huelva. Pierde un billete que le da su padre para pagar la licencia de pesca y, como descubre un fajo de billetes en «El Rey de Oporto», un barco nuevo de unos portugueses, coge uno para remediar el entuerto. En el proceso de intentar volver atrás y confesar la verdad, Perico acaba descubriendo quienes son el misterioso señor Foster, un inglés fotógrafo de la naturaleza, e Ismael, un viejo talabartero que lleva una vida solitaria. También intervienen su amiga Bellita, el rígido sargento de la Guardia Civil, y otros habitantes del pueblo.
El narrador perfila lo justo a los personajes y sus relaciones, engarza bien los sucesos del presente con los del pasado de la comarca, y sabe hacer notar al lector el peso de los dilemas que se le plantean al protagonista. Algunos episodios son divertidos aunque tal vez se recarga innecesariamente la borriquería de los guardias civiles. Además, hace interesantes observaciones al paso: ante la insistencia de Perico, Bellita le promete que leerá el libro que le da, y añade el narrador: «Le gustaba hacer promesas. Comprometerse con aquellos a quienes quería. Una promesa le daba sentido a su futuro, era un brújula para el porvenir».
Eliacer Cansino. OK, señor Foster (2009). Zaragoza: Edelvives, 2009; 196 pp.; col Alandar; ISBN: 978-84-263-7239-0.