¿Honrosa mediocridad?

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¿Honrosa mediocridad?

Una clave para la lectura de La montaña mágica, de Thomas Mann, la da su autor en este texto: «El individuo puede tener presentes toda clase de objetivos personales, de fines, de esperanzas, de perspectivas, de los cuales extrae la energía para los grandes esfuerzos y actividades; ahora bien, cuando lo impersonal que le rodea, cuando la época misma, a pesar de su agitación, en el fondo está falta de objetivos y esperanzas, cuando ésta se le revela como una época sin esperanzas, sin perspectivas y sin rumbo, y cuando la pregunta sobre el sentido último, inmediato y más que personal de todos esos esfuerzos y actividades —pregunta planteada de manera consciente o inconsciente, pero planteada al fin y al cabo—, no encuentra otra respuesta que el silencio del vacío, resultará inevitable que, precisamente a los individuos más rectos, esta circunstancia conlleve cierto efecto paralizante que, por vía de lo espiritual y moral, se extienda sobre todo a la parte física y orgánica del individuo. Para estar dispuesto a realizar un esfuerzo considerable que rebase la medida de lo que comúnmente se practica, aunque la época no pueda dar una respuesta satisfactoria a la pregunta «¿para qué?», se requiere bien una independencia y una pureza moral que son raras y propias de una naturaleza heroica, o bien una particular fortaleza de carácter. Hans Castorp no poseía ni lo uno ni lo otro, y no era, por tanto, más que un hombre mediocre, eso sí, en uno de los sentidos más honrosos del término».

Thomas Mann. La montaña mágica (Der Zauberberg, 1924). Barcelona: Edhasa, 2005; 933 pp.; col. Edhasa Literaria; trad. de Isabel García Adánez; ISBN: 84-350-0891-6.

 

29 enero, 2006
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