El minero no parece ser una de las mejores novelas de Natsume Sōseki pero sí es una novela singular dentro de su producción. En el posfacio se cuenta su origen —que un chico desconocido le contó al autor la historia de su fuga de casa y luego él la ficcionó— y se hace referencia a su carácter experimental.
El relato, de lectura un tanto ardua, es un largo monólogo que da comienzo sin explicaciones del pasado: sabemos que el narrador es un universitario de Tokio que está huyendo, que pensó en suicidarse debido a un incidente amoroso, y nada más. Un tipo que encuentra en su camino le propone llevarle a trabajar a una mina y él accede. Trabaja un tiempo allí, en circunstancias muy lamentables, hasta que un día decide volver: ahí termina la narración que, según se afirma en su frase última, «jamás debería considerarse una novela».
Hay tramos que tienen algo de flujo de conciencia, confuso e incoherente. Otros recogen los lacónicos diálogos entre los personajes. En conjunto, la historia tiene tonos pesadillescos, se ve que por el interés del autor en distanciarse del naturalismo de moda en su época. Con todo, el relato tiene un punto de denuncia pues pone de manifiesto las duras condiciones de vida de los mineros. Lo que no tiene son acentos de novela de maduración: el protagonista es muy pasivo y nada de lo que le ocurre parece cambiarle significativamente.
Natsume Sōseki. El minero (Kŏfu, 1908). Madrid: Impedimenta, 2016; 187 pp.; trad. de Yoko Ogihara y de Fernando Cordobés; postfacio de Michiyo Kawano; ISBN: 978-84-16542-44-4. [Vista del libro en amazon.es]