THACKERAY, William Makepeace

THACKERAY, William MakepeaceAutores
 

Escritor inglés. 1811-1863. Nació en Calcuta, India, donde su padre era un alto funcionario. No acabó sus estudios. Trabajó para Punch. La novela que le convirtió en uno de los novelistas de referencia de su época fue Vanity Fair (1847), un retrato satírico de la sociedad inglesa. Falleció en Londres.


The Rose and the Ring
Puffin Books, 1964; 160 pp.; ISBN-13: 97-0140302233. En la red se puede leer la edición en inglés.

En el pasado el hada Blackstick dio a dos niños una rosa y un anillo mágicos cuyos poseedores eran amados por todos, pero eso los convirtió en vanidosos y bobos, por lo que ahora, cuando nacen los príncipes Giglio, de Paflagonia, y Rosalba, de Crim Tartary, dice que lo mejor que puede hacer por ellos es enviarles unos pocos infortunios en la vida. Cuando comienza la narración, en Paflagonia reina el rey Valoroso, tío de Giglio, y sabemos que la hija de Valoroso, la Princesa Angélica, se casará con Giglio en el futuro. Pero las cosas cambian cuando Giglio, poseedor sin saberlo del anillo mágico se lo da a Angélica, y cuando llega el príncipe Bulbo, poseedor de la rosa mágica y heredero del reino vecino de Crim Tartary. Según el anillo y la rosa van cambiando de manos todo va complicándose.



Narración que nació cuando el autor llevó a sus hijas pequeñas a Italia y allí compuso para ellas una historia con dibujos, hechos por él mismo. Más tarde añadió dibujos, hasta 82, y la transformó en una pantomima para Navidad: un tipo de representaciones habituales en la Inglaterra de la época con un argumento que combinaba un relato popular y la tradicional arlequinada italiana.

La historia está bien escrita, tiene muchas escenas con gracia y momentos memorables —como la transformación del portero de la casa en un aldabón y su posterior desencantamiento antes de que su esposa se vuelva a casar—. Como es propio del autor, su narrador mueve a los personajes aquí y allá como marionetas y se dirige al lector una y otra vez para orientarle. Actuar así, en un relato como este, resulta lo apropiado pues la credibilidad no se puede basar en los incidentes de la historia, sino en el talento de quien cuenta para captar el interés del lector o del oyente diciendo muchas cosas de modo casual o como quien no las dice. Por otro lado, detrás de las caricaturas hay una crítica fuerte hacia el esnobismo y los prejuicios de clase, y un deseo de mostrar que la bondad, incluso cuando parece tonta, es mejor que la maldad, incluso cuando parece sensata (observación que CHESTERTON hizo a propósito de otras obras del autor pero que también es aplicable a esta parodia).

Además, el relato merece ser recordado por dos cosas, que a veces se consideran innovaciones mucho más recientes. Una, su planteamiento irónico hacia los cuentos de hadas: el hada Blackstick se plantea qué sentido tiene «enviar a dormir a una princesa por cien años» o hacer que de la boca de una chica salgan diamantes y perlas y de la de otra víboras y sapos, por lo que decide dejar de lado los encantamientos y permitir que las cosas sigan su curso natural. Otra, la relación tan estrecha entre la narración y las ilustraciones: el texto remite a veces a ellas, por ejemplo para referirse a un gesto burlesco que aparece allí, o para indicar que si no se ve a un personaje es porque se oculta tras un árbol.


16 marzo, 2010
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