RASPE, Rudolf Erich

RASPE, Rudolf ErichAutores
 

Escritor alemán. 1737-1794. Nació en Hannover. Culto e inteligente, dominaba varias lenguas, alcanzó cierta fama científica por algunas publicaciones y un puesto de relevancia en el estado de Hesse-Cassel. Pero sus deudas crecieron y, perseguido, huyó a Inglaterra, donde desempeñó distintas ocupaciones. Falleció en Muckross, Irlanda.


Viajes, campañas y aventuras singulares del Barón de Munchausen
Edición que contiene Singular travels, campaigns, and aventures of Baron Munchausen (1785) y A sequel to the adventures of Baron Munchausen (1792). Madrid: Anaya, 2000; 285 pp.; col. Tus libros; ilust. de Gustave DORÉ; trad. y notas de M. I. Villarino; apéndice de John Carswell; ISBN: 84-207-1267-1.

Los llamados «Cuentos de embustes», narraciones increíbles y descabelladas, fueron un género fantástico popular en Alemania durante la Baja Edad Media. En ese ambiente, Raspe añadió sus propias fantasías a los recuerdos, exagerados, que tenía de los relatos de caza del verdadero Barón Munchausen, al que conoció en su juventud.



Utilizando su ingenio malicioso y sus dotes para la burla, Raspe publicó su obra buscando popularidad en Inglaterra a costa de satirizar las costumbres alemanas. Con posterioridad, el poeta romántico Gottfried August Bürger (1748-1794) tradujo al alemán la edición inglesa, en una versión libre y con añadidos propios. Más adelante, otros editores manipularon el texto y aumentaron los inverosímiles disparates de Munchausen hasta límites completamente ridículos. El resultado fue una obra colectiva muy conocida e influyente, en la que los textos de Raspe permanecen como los originales y los mejores. Y su personaje, Munchausen, ha llegado a ser el estereotipo del presuntuoso fanfarrón: «Bajé corriendo las escaleras y vi que el caballo era tan indómito, que nadie se atrevía a acercársele, y menos aún a montarlo. Allí estaban los más bravos jinetes, llenos de pánico y consternación; en todos los semblantes se leía el desaliento. Y en éstas que de un salto me subo a su lomo, lo cojo por sorpresa y lo amanso y lo reduzco en un alarde del buen quehacer del que yo era tan capaz».


30 septiembre, 2009
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