DAUDET, Alphonse

DAUDET, AlphonseAutores
 

Escritor francés. 1840-1897. Nació en Nimes, Francia. Su familia era rica pero tuvo que ponerse a trabajar muy pronto ante la quiebra de su fortuna. Alcanzó enseguida un gran renombre como poeta y como dramaturgo. Murió en París.


Cartas desde mi molino
Madrid: Gaviota, 1989, 3ª ed.; 281 pp.; col. Trébol; ilust. de Tino Gatagán; prólogo y trad. de Joëlle Hyheramonno; ISBN: 84-392-8005-X.

Veinticinco relatos cortos ambientados en Provenza. En ellos el autor recuerda sucesos de su vida o cuenta episodios anecdóticos que le han narrado a él o que ha presenciado, habla de la vida tranquila y sana del campo pero deja entrever su añoranza de París.


Aventuras prodigiosas de Tartarín de Tarascón
Madrid: Anaya, 2000, 3ª impr.; 190 pp.; col. Tus libros; ilust. de Gerardo Domínguez; trad., apéndice y notas de Francisco Ortiz Chaparro; ISBN: 84-207-4257-0. Otra edición en Madrid: Alianza, 2000; 136 pp.; col. El libro de bolsillo; trad. de Francisco Ortiz Chaparro; ISBN: 84-206-3763-7.

Tartarín es un hombrecillo «pequeño, grueso, rechoncho, coloradote […], poblada y corta barba y ojos ardientes», que vive cómodamente de sus rentas en su ciudad de Tarascón. Su casa está repleta de una colección fantástica de armas, su biblioteca contiene todos los libros posibles de caza y de aventuras, y su jardín rebosa de plantas exóticas. El afán aventurero de Tartarín, inflamado por sus innumerables lecturas, se ve siempre frenado por unas u otras razones. Al fin, se ve irremediablemente impulsado a un viaje para cazar leones en Argelia.



Tanto los relatos de Cartas desde mi molino como Tartarín son obras que destilan ironía y ternura, socarronería y comprensión. En Tartarín, además, el autor realiza también una sátira discreta de la política colonial francesa, pero éste no es su objetivo. Daudet nos dirá que su héroe «se atiborraba de lecturas fantásticas buscando, como el inmortal Don Quijote, sustraerse mediante el vigor de su fantasía a las garras de la implacable realidad… ¡Ay!, todo cuanto hacía por aplacar su sed de aventuras no servía más que para aumentarla. La visión de todas sus armas le mantenía en un perpetuo estado de cólera y de excitación. Sus rifles, sus flechas, sus lazos, le gritaban: ¡Batalla! ¡Batalla! El viento de los grandes viajes soplaba en las ramas de su baobab y le daba malos consejos. Para remate, Gustave AIMARD y Fenimore COOPER…». Transcurrido el tiempo, Tartarín ha llegado a ser el prototipo de los fantasiosos, una cierta versión decimonónica y provenzal de Don Quijote que sigue conservando su frescura.


2 septiembre, 2009
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