Escritor francés. 1924-2016. Nació en París. Estudió Filosofía en París y Tubinga. Fue periodista, productor y realizador de la Radio Televisión Francesa. Comenzó a publicar a partir de 1968. Académico. Falleció en Choisei.
Versión juvenil, pero autónoma y expresamente reelaborada, de una obra premiada del autor, Viernes o los limbos del pacífico (Vendredi ou les limbes du Pacifique, 1968), un contrapunto irónico al Robinson clásico. Al podar su obra primera de disquisiciones filosóficas (excesivas, según declaraciones del mismo Tournier) y de descripciones y comportamientos delirantes, el autor saca más partido al argumento y a su estilo cuidado en el que abundan descripciones breves y eficaces, también de todos los aspectos geográficos y de naturaleza: costas, corrientes marinas, vegetación, cultivos, etc. Eso sí, un lector experto apreciará su habilidad para superponer distintos planos de lectura en su obra.
La primera parte sigue la pauta marcada por DEFOE. Robinson «comprendió que el peligro de la pereza, del desaliento y de la desesperanza le amenazaba siempre y que debía trabajar sin descanso para liberarse de ella». Se dio cuenta de que «es muy difícil permanecer como un ser humano cuando no hay nadie que nos ayude a serlo. Contra esa mala inclinación sólo conocía el remedio del trabajo, la disciplina y la explotación de todos los recursos de la isla». Pero, «con frecuencia, Robinson se cansaba de todos esos trabajos y obligaciones. Se preguntaba para qué servían; pero en seguida se acordaba de los peligros de la ociosidad. […] Pensando en esto, tornaba activamente al trabajo». Cuando aparece Viernes, Robinson estaba contento porque, al fin, tenía alguien que trabajara con él y a quien podría civilizar. Lo educa y pronto «Viernes sabía ya que todo lo que su amo le mandaba estaba bien, que todo lo que le prohibía estaba mal. Está mal comer más de lo que Robinson había previsto. Está mal fumar en pipa, pasearse desnudo y esconderse para dormir cuando hay que trabajar. Viernes había aprendido a ser soldado cuando su amo era general; monaguillo, cuando rezaba; mozo de equipajes cuando viajaba; ojeador, cuando cazaba; y a balancear el espantamoscas sobre su cabeza cuando dormía». Pero, en la segunda parte, después de un grave accidente que destruye la labor de Robinson, el protagonismo se centra en Viernes, convertido en maestro de Robinson, a quien enseña un modo de vivir más «natural», en el que desaparecen reglas de conducta anteriores.
Quizá Tournier propugne un modo de vivir sin normas de ninguna clase. Pero entrar a ese trasfondo ideológico en una novelita como ésta es como intentar matar moscas a cañonazos. Basta quedarse con la sana tesis de un prudente relativismo, de que ser un salvaje (a veces) se define según para quién y dónde, y que un modo de vivir menos organizado puede ser más oportuno y a veces más satisfactorio. Aunque sea cierto, como se señala en un buen comentario al libro, que basta con apreciar «el manejo de la trama y la distribución de las acciones (con dominio de los paralelismos) y la fuerza de los símbolos», para darnos cuenta de que estamos ante «un libro con vuelo propiamente literario, que va mucho más allá del entretenimiento y mueve a la reflexión y la inquietud».
8 julio, 2009