FALKNER, John Meade

FALKNER, John MeadeAutores
 

Escritor británico. 1858-1932. Nació en Manningford Bruce, Wiltshire, suroeste de Inglaterra. Vivió su infancia y adolescencia en Weymouth, en el Canal de la Mancha. Estudió Historia en Oxford. Más adelante fue director de una empresa de Newcastle que vendía armamento. Falleció en Durham.


Moonfleet
Madrid: Anaya, 1991; 253 pp.; col. Tus libros; ilust. de José Luis Largo; trad., apéndice y notas de Ramón García Fernández; ISBN: 84-207-4198-1. Nueva edición en Madrid: Anaya, 2001; 304 pp.; col. Tus libros, selección; ilust. de Enrique Flores; presentación y apéndice de Vicente Muñoz Puelles; trad. de Ramón García Fernández; ISBN: 84-667-0606-2. [Vista del libro en amazon.es]
Otra edición, titulada El diamante de Moonfleet, en Sevilla: Lantia Publishing, 2019; 372 pp.; trad. de Dolores Payás; ISBN: 978-8417416294. [Vista del libro en amazon.es]

Inglaterra, siglo XVIII, años en los que nada digno de mención ocurre. John Trenchard, un joven huérfano, cuenta su adopción por Elzevir Block, un posadero que acaba de perder a su hijo; su vinculación a los contrabandistas de Moonfleet; su búsqueda del diamante de Barbanegra; su amor por Grace Maskew…



Moonfleet posee un acento y un estilo parecidos a los de las mejores aventuras semejantes, como las de STEVENSON. El narrador, John Trenchard, como un nuevo Jim Hawkins, rememora la colección de incidentes que condujeron su vida por derroteros inesperados. En su caso, sin embargo, sus correrías tienen lugar casi todas en la misma comarca: unos paisajes y unos ambientes con sabor añejo y una magia perdurable. Tal como presagia la cita de Shakespeare que abre la historia —«pensamos que nada vendría después, sino un mañana igual al día de hoy y que niños seríamos por siempre»—, John madurará con ocasión de su búsqueda del diamante. Es notable la galería de personajes que lo rodean, todos ellos perfectamente dibujados: empezando por el padre adoptivo de John, Elzevir Block, y siguiendo por el párroco Gleenie, el sacristán Ratsey, el codicioso señor Maskew con quien contrasta tanto su angelical hija.

Recuerdos sinceros

Uno de los méritos de Moonfleet es la incisividad de las observaciones psicológicas del hombre que vuelve la mirada y juzga el comportamiento del chaval que fue. Evoca su ingenuidad: «¡Qué momento aquel! Incluso ahora, tantos años después, puedo recordar la angustia que me atenazó y cómo me quedé, todo oídos, desorbitados los ojos y bañada la cara en sudor frío, a la espera. […] Era aquel el terror del conejo que, desde el fondo de su madriguera, ve brillar los ojos del hurón en la oscuridad y al que acechan fuera escopeta y lebrel». Recuerda los motivos que le impulsaron a la aventura: «Desde que el primer hombre pusiera el pie en la tierra, una historia de tesoros escondidos debe haber tenido un poder de seducción capaz de calentarle la sangre a cualquiera y la mía estaba hirviendo». Confiesa sinceramente su mezquindad de entonces: «Elzevir […] no permitiría que me arriesgase solo sin estar él a mi lado para ayudarme en caso de necesidad. Sin embargo, en aquel momento su lealtad me resultaba irritante y yo me preguntaba con desdén si no iba a poder mover un pie o una mano sin tener a aquel hombre pegado a los talones».


19 febrero, 2009
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