Escritor británico. 1825-1894. Nació en Edimburgo, Escocia. A los 16 años se fue a Canadá, donde vivió y trabajó varios años, haciendo vida de trampero y comerciando en pieles con las tribus indígenas. A su regreso, y a partir del éxito que obtuvo con una historia basada en sus experiencias canadienses, fue un pionero de los relatos de aventuras protagonizados por jóvenes alejados de sus familias. Murió en Roma.
La isla de coralMadrid: SM, 1988, 2ª ed.; 232 pp.; col. La Ballena Blanca; trad. de E.M.A.; ISBN: 84-348-2004-8. Otra edición en Madrid: Espasa, 1999; 280 pp.; col. Espasa juvenil; trad. de Miguel Medina; ISBN: 84-239-9064-8. Nueva edición en Zenda-Edhasa, 2022; 576 pp.; trad. de Carmen Bravo-Villasante; diseño gráfico de Antonio Ferrer-Dalmau; prólogo de Arturo Pérez Reverte; ISBN:
978-8435055710;
vista en amazon.es.
Jack, Ralph y Peterkin son tres chicos que, a consecuencia de un naufragio, se ven obligados a sobrevivir solos en una isla del Pacífico. Después de unos meses en los que viven como robinsones, entran en contacto con piratas y con indígenas: en ambos grupos encuentran malvados y bondadosos. También se complican la vida por salvar a una chica indígena, pues, indica Jack, «todos los héroes de todas las historias que he leído consideraban como una desgracia dejar sin terminar semejantes empresas».
The Dog Crusoe and his Master. A Tale of the Western PrairiesEn la red se puede leer la
edición original en inglés.
El joven Dick Varley, que vive en el Mustang Valley, cerca del río Missouri, rescata un cachorro de perro de Terranova cuando iba a ser cocinado vivo por una mujer india. A partir de ahí, Crusoe, que así le llama, le acompaña en todo tipo de aventuras de las que muchas tienen lugar durante un largo viaje por las Montañas Rocosas. El lector asiste a la caza de toda clase de animales, a capturas y liberaciones de indios, catástrofes naturales con salvamentos y rescates, etc. Más adelante, Dick captura y adiestra un extraordinario caballo mustang, que también será un compañero fiel en muchos momentos.
La isla de coral es una obra que resume las cualidades de muchas novelas juveniles de aventuras: sus protagonistas realizan un viaje a un sitio desconocido en el que deben «fabricarse» un mundo nuevo, y a lo largo de la narración se van perfilando con nitidez sus psicologías. Así, Jack es el líder hábil y valiente; Ralph es el filósofo, soñador, muy religioso por educación y por convicción; y Peterkin es el crío simpático que «no desperdiciaba ocasión, por inoportuna que fuese, para gastar una broma». Luego, aunque las descripciones de la naturaleza que contiene son parecidas a las de otras novelas robinsonianas, su realismo es mayor pues no en vano el autor vivió periodos de su vida con guardabosques y montañeros. Además, al analizar los comportamientos humanos añade matices realistas que son infrecuentes en novelas semejantes de la época. Así, Bill el Sanguinario, comenta con Ralph los errores de juicio que cometen muchos: «Siempre hay gente de corazón tierno que no quiere enterarse de cosas desagradables, porque hieren sus sentimientos, porque los horrorizan, como ellos dicen, y en cuanto se les cuenta algo espantoso, se tapan los oídos diciendo: “¡Oh, eso es horrible! ¡No puedo creerlo!”. Y dicen la verdad. No pueden creerlo porque no desean creerlo». Eso sí, como el autor no conoció de primera mano los mares del Sur en los que se desarrolla la novela, también comete algunos errores de bulto. En cualquier caso, con ocasión y sin ella, Ballantyne explicará cualquier aspecto de la fauna, la flora y el paisaje que considere interesante: «Y ya que he hablado de las mareas, voy a describir también otro fenómeno natural curioso»…
En sus libros últimos Ballantyne caerá en excesos de sentimentalismo y de piedad religiosa, e insistirá en planteamientos que glorifican demasiado un comportamiento valeroso que casi no acepta ninguna debilidad. No es así en The Dog Crusoe, uno de sus mejores relatos que, además, es uno de los primeros, o el primero, con un perro como protagonista. Su narración tiene lugar en una Norteamérica donde se inician los contactos entre blancos e indios con distinta suerte: a veces se firman tratados de paz y, a veces, no… Se da mucha información de todo tipo y se contienen muchas excelentes descripciones de ambientes y de animales. Desde luego, quedan de manifiesto las grandes cualidades humanas de Dick y sus amigos, igual que su enorme destreza para toda clase de actividades.
Los mares del Sur
Entre los novelistas de aventuras del XIX es un lugar común situar el desarrollo de sus historias en los mares del Sur. Al principio de su relato, Ralph dirá que «de todos los lugares de los que me hablaban, ninguno cautivaba tanto mi imaginación como las islas de coral de los mares del Sur. Me hablaban de millares de bellísimas y fértiles islas que habían sido formadas por colonias inmensas de coral, donde reinaba el verano casi todo el año, donde los árboles estaban perpetuamente cargados de frutos, donde el clima era delicioso, y donde, aunque parezca extraño, los hombres eran sanguinarios, salvajes, excepto en aquellas islas privilegiadas en las que había sido anunciado el Evangelio».
19 febrero, 2009