Ilustrador norteamericano. 1949-. Nació en Grand Rapids, Michigan. Abandonó sus estudios de Derecho para licenciarse en Diseño y dedicarse a la escultura. Profesor de diseño en la misma escuela de Rhode Island donde da clase David MACAULAY, éste le animó a dedicarse a la ilustración de libros infantiles. Es uno de los autores actuales más imaginativos y sorprendentes.
JumanjiMéxico: Fondo de Cultura Económica, 1995; 32 pp.; col. Los especiales de A la orilla del viento; trad. de Rafael Segovia Albán; ISBN: 968-16-3666-X. Nueva edición en 2018; ISBN: 978-9681636661. [
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Judy y Peter, solos en casa, se aburren. Salen al parque y encuentran un juego desconocido de nombre Jumanji, «un juego de aventuras en la selva». Averiguan que todo consiste en ir recorriendo un camino de cuadros de colores que comienza en una selva espesa y termina en Jumanji, «una ciudad de edificios y torres dorados». Las cosas se complican cuando, una vez que han empezado, se dan cuenta de que no pueden dejarlo hasta terminar: «Estampida de rinocerontes, retroceda dos espacios», y los rinos irrumpen en la sala de estar; «una boa se metió en el campamento, retroceda un espacio», y la boa se presenta detrás de ellos…
El naufragio del ZéfiroBarcelona: Juventud, 2006; 32 pp.; trad. de Teresa Farran i Vert; ISBN: 84-261-3559-5. [
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Cuando el narrador encuentra los restos de un velero al borde de un acantilado, un anciano del pueblo le cuenta la historia: un niño que navegaba mejor que nadie y que, un día, salió al mar cuando había un viento fuerte, fue arrastrado hasta una isla donde aprendió a navegar levantando el barco por encima del agua como por arte de magia…
Los misterios del señor BurdickMéxico: Fondo de Cultura Económica, 1996; 32 pp.; trad. de Odette Smith; col. Los especiales de A la orilla del viento; ISBN: 968-16-5114-6. Nueva edición en 2018; ISBN: 978-9681651145. [
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Enigmáticos dibujos en blanco y negro que van acompañados de un texto de dos o tres líneas. Unos sugieren una historia nostálgica, otros una de terror, otros de fantasía, pero todos están abiertos a muchos desarrollos. Supuestamente, su autor los dejó a un editor y nunca los recogió.
El expreso polarCaracas: Ekaré, 2000; 30 pp.; trad. de Marianne Delon; ISBN: 980-257-046-X.
«Era Nochebuena, hace muchos años», comienza el relato. El narrador cuenta su espera para oír el tintineo de cascabeles del trineo de San Nicolás, en quien uno de sus amigos no cree. Entonces escucha que un tren se detiene a su puerta: «Me puse la bata y las zapatillas. De puntillas, bajé las escaleras y salí de casa». Se monta en el expreso polar, un tren lleno de niños en ropa de dormir que hará un largo recorrido hasta el Polo Norte. Allí, en una ciudad enorme llena de fábricas donde se hacen todos los juguetes de Navidad, San Nicolás entregará el primero de los regalos a uno de los niños…
La escoba de la viudaMéxico: Fondo de Cultura Económica, 1993; 30 pp.; col. Los especiales de A la orilla del viento; trad. de Catalina Domínguez; ISBN: 968-16-4005-5. [
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Las escobas de las brujas también se hacen viejas y pierden potencia. Así le sucedió a una un día, que se cayó, con bruja y todo, en la casa de una viuda. Ésta recibe y atiende a la bruja, que se marcha poco después con otra compañera, pero deja su escoba. La viuda se da cuenta de que la escoba puede hacer por sí misma muchas tareas: barrer, cortar leña, incluso tocar el piano. Cuando unos niños gamberros intentan bromear con la escoba, reciben su merecido. Los vecinos se asustan y, como consideran que la escoba es «maligna y peligrosa», deciden quemarla…
Van Allsburg reproduce con precisión fotográfica los objetos, juega magistralmente con las luces y las sombras, y emplea perspectivas insólitas: nunca enfoca las cosas desde la mirada de los personajes, busca visiones subjetivas, utiliza picados y contrapicados forzados pero eficaces, y consigue involucrar al lector en su juego de borrar los límites entre la realidad y la fantasía para llevarle más allá de lo visible.
Entre los álbumes citados, los que cuentan historias que podríamos llamar convencionales tienen, aparte de la extraordinaria calidad de sus minuciosas y sugerentes ilustraciones, el mérito de ser relatos originales y de no ser meras variantes de otros ya conocidos.
En Jumanji el autor carga el peso en la potencia de las imágenes y opta, en este como en sus demás álbumes, por la sencillez en la composición de texto e ilustraciones a lápiz y carboncillo. Es una historia que se puede poner como ejemplo de cómo algunos relatos, que son por encima de todo grandes ideas, pueden acabar completamente desbordados por los efectos especiales de sus versiones cinematográficas.
Si en Jumanji Van Allsburg opta por el blanco y negro, que da un cierto carácter documental a lo que se cuenta, en El naufragio del Zéfiro apuesta por ilustraciones a pastel, que ocupan siempre la página derecha mientras el texto va en la izquierda, y usa tonos púrpura y luces misteriosas que acentúan la ambigüedad y el clima ensoñador del relato. Aunque la historia es inferior a las otras tres seleccionadas, ilustraciones como la que oculta la luna después de indicar en el texto expresamente «había luna llena» vale todo el álbum.
En El expreso polar, un álbum que permaneció dos años seguidos en las listas de libros más vendidos de The New York Times, se suman unas extraordinarias ilustraciones a pastel con un magnífico texto para transmitir toda la magia que los momentos previos a los regalos de Navidad tienen para los niños. En eso influye la gran adecuación entre las características del argumento, que resalta el sentido de maravilla y fascinación con que vive un niño ciertos acontecimientos, y los rasgos propios de las sugerentes imágenes de Van Allsburg. Y, también, que los acentos autobiográficos dan al argumento una capacidad de convicción de la que otras historias carecen: después de leerlo, es fácil comprender al autor cuando dice que sus libros no son para niños sino para el niño que hay en él.
Y, tanto en el texto como en las imágenes, en La escoba de la viuda se pulsan otras teclas distintas, humor en el planteamiento, inquietud ante las dificultades, satisfacción de la «victoria» final de la viuda y su escoba.
Los misterios de Harris Burdick y The Z Was Zapped: A Play in Twenty-Six Acts son álbumes con otras características pues ninguno cuenta una historia, salvo la que se deriva de la que crea la secuencia de las ilustraciones, y sí pretenden avivar las posibilidades imaginativas de los lectores. Son álbumes con una fuerte veta surrealista dirigidos a lectores ya más expertos, capaces de aceptar los juegos imaginativos o de adivinación que se les proponen y de apreciar la brillantez visual y de diseño de las ilustraciones.
The Z was zapped, en particular, es un álbum-abecedario singular por su montaje posmoderno. «En un primer momento, las letras aparecen con su grafía habitual, pero pronto se las convierte en personajes que actúan sobre un teatro e interactúan con él. Se produce una representación de la propia representación. El álbum se muestra a sí mismo, convirtiendo el espacio papel en escenario y creando paradojas que podemos asociar simbólicamente con la forma de las letras. El estructuralismo inicial de Saussure estableció el dogma de la arbitrariedad del signo, pero aquí, con la personificación, se nos recuerda que unas letras inicialmente convencionales podrían estar más relacionadas de lo que pensamos con la realidad a la que sustituyen» (Cruces de caminos).
Otro álbum: El jardín de Abdul Gasazi.
15 mayo, 2007