Escritor norteamericano nacionalizado inglés. 1843-1916. Nació en Nueva York, en una familia pudiente. Estudió en Harvard. Viajó con frecuencia a Europa, hasta que, en 1882, se afincó definitivamente en Londres. Fue amigo de muchos escritores famosos de la época, TURGUENEV y CONRAD, entre otros. Obtuvo la nacionalidad inglesa en 1915. Falleció en Londres.
Lo que Maisie sabíaMadrid: Valdemar, 1995; 341 pp.; col. Avatares; trad. y notas de Fernando Jadraque; contiene también la novela
En la jaula (In the Cage, 1898); ISBN: 84-7702-142-2. Nueva edición en Barcelona: Gatopardo, 2018; 372 pp.; trad. de Sergio Pitol; ISBN: 978-8417109554. [
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Cuando Maisie tiene seis años, sus padres Beale e Ida Farange se separan y vuelven a formar otras parejas. El narrador anuncia primero, y contará después, que Maisie «fue la pequeña pelota de tenis que constantemente podían estar arrojándose con ferocidad el uno al otro».
Otra vuelta de tuercaMadrid: Anaya, 1996, 13ª ed.; 190 pp.; col. Tus libros; ilust. de Ángel Luis González; trad. y apéndice de Ramón Buckley; ISBN: 84-207-3416-0.
Otra edición en Madrid: Alianza, 2003, 5ª impr.; col. El Libro de Bolsillo; trad. de José Luis López Muñoz; ISBN: 84-206-3589-8. [
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Bly, Essex, Inglaterra. Una institutriz inexperta está encargada de cuidar a dos niños de gran bondad y atractivo: Miles y Flora. Pero percibe que siguen estando presentes, como fantasmas, la antigua institutriz y un viejo jornalero, y decide defender a los niños.
Lo que Maisie sabía, una especie de melodramático culebrón en el que James es sutil hasta extremos que pocos soportan, tiene un interés particular. Además de ser uno de los primeros relatos con un nudo argumental hoy frecuentísimo, tiene un jugoso prólogo en el que James analiza qué dificultades tuvo para convertir a un niño en el centro irónico de un relato así, y qué conclusiones termina obteniendo. James explicará cómo «los niños registran muchas más impresiones que palabras tienen para traducirlas», pero que «su visión es en todo momento más rica […] que el vocabulario que espontáneamente emplean o que siquiera trabajosamente podrían manejar». Dirá cómo resolvió el problema «técnico» de traducir esas impresiones en una narración desde su punto de vista. Y hará notar cómo un niño, en una situación así, en la que paga por alcanzar su madurez un precio muy alto, es quien mantiene «encendida la antorcha de la virtud en un ambiente infinitamente proclive a apagarla», y quien extrae de «entre el hedor a egoísmo cierta excéntrica fragancia a ideal, esparciendo en un erial yermo, por medio de su sola presencia, la semilla de la vida moral».
James hace otro ejercicio de prosa minuciosa y de indagación psicológica en Otra vuelta de tuerca, un relato corto que también aporta la novedad de que dos niños sean protagonistas centrales de una novela de terror. Sin embargo, su originalidad principal es la de ser, quizá, el primer relato de terror psicológico, al tiempo realista y fantástico, que se cuenta con un estilo leve donde lo trivial aparece cargado de importancia, dosificando la intriga y dejando cabos sueltos para que sea la imaginación del lector la que trabaje: son las suposiciones las que causan el terror. Aquí vemos de nuevo el interés de James por el narrador: los niños no admiten nunca haber visto unos fantasmas, que son siempre indicios que ve, o suposiciones que hace, la institutriz, una mujer con un gran sentido de su propia responsabilidad… El lector deberá decidir si son o no reales los espíritus de los que habla la narradora, pero en cualquier caso, sean reales o imaginarios, pensará en cómo hay presencias invisibles que afectan a nuestras vidas…
Más información
Una especie de memorias de infancia: Un chiquillo y otros.
Otra novela: Los europeos.
Un relato corto con un cierto parecido, en su núcleo, a Lo que Maisie sabía, es El alumno.
Otros relatos cortos: Julia Bride, Lo auténtico.
Unos textos tomados de su Cuaderno de notas.
La novela de David Lodge titulada ¡El autor, el autor! también está centrada en la personalidad de James.
Dos artículos de Chesterton acerca de su importancia como novelista son «Para qué sirven los novelistas», donde le compara con su hermano William James, y «Henry James», donde habla de que su grandeza estuvo en que «nunca escribió sobre la nada» y en que supo tratar cada idea pequeña «como una joya o como lo que es más pequeño y más valioso que una joya, una semilla», y de que uno de sus principales méritos es que «nunca dejó de ver las cosas pequeñas ni cayó en el error más moderno y culto de dejar de ver las grandes».
Nota:
Los artículos citados de G. K. Chesterton, «Para qué sirven los novelistas» y «Henry James», están en El hombre común y otros ensayos sobre la modernidad (The Common Man, 1950). Buenos Aires: Lohlé-Lumen, 1996; 240 pp.; no conozco el traductor; ISBN: 950-724-589-8. En librodot.com.
28 septiembre, 2006