STROUD, Jonathan

STROUD, JonathanAutores
 

Escritor inglés. 1970-. Nació en Bedford. Graduado en literatura inglesa. Trabajó en distintos departamentos de algunas editoriales. Publicó su primera novela en 1999. Actualmente se dedica exclusivamente a escribir.


El amuleto de Samarkanda
Barcelona: Montena, 2004; 441 pp.; col. Serie infinita; trad. de Laura Martín de Dios; ISBN: 84-8441-239-3.

Londres, capital de un Imperio Británico gobernado por hechiceros donde la gente normal son ciudadanos plebeyos. Nathaniel, cinco años, es entregado como aprendiz a un hechicero-funcionario llamado Arthur Underwood, un personaje mediocre y autoritario. Nathaniel pasa con él siete años, alentado por la bondadosa señora Underwood, y aprendiendo por su cuenta mucho más de lo que su maestro le transmite. Cuando es humillado por el poderoso Simon Lovelace decide vengarse: invoca para eso a un genio llamado Bartimeo, que con sus cinco mil años ha estado presente en multitud de acontecimientos históricos, y le impone que robe a Lovelace el amuleto de Samarkanda de la casa de Lovelace, una tarea peligrosa que tiene graves consecuencias y desvela una conspiración política de alto nivel.



Primer libro de una trilogía que ha irrumpido con fuerza en la frenética carrera que mantienen editoriales y escritores para intentar ser los primeros en llegar los segundos, en obtener un triunfo que se acerque al de los libros de Harry Potter.

La historia se cuenta con capítulos narrados en primera persona por Bartimeo y otros en tercera centrados en Nathaniel. Además de la tensión propia del argumento, es también un foco de interés la oposición entre Nathaniel y Bartimeo: cada uno tiene recursos para, en parte, forzar al otro a ciertas cosas. Abundan los paralelismos con novelas del género anteriores: Nathaniel es un huérfano maltratado de orígenes desconocidos, su actitud vital inicialmente egoísta es común a otras ficciones de hoy, la Inglaterra mágica es como la de la serie de LOS MUNDOS DE CHRESTOMANCI de Diana Wynne JONES, hay toques irónicos propios de Terry PRATCHETT, hay similitudes argumentales con las novelas de J. K. ROWLING y con la trilogía LA MATERIA OSCURA de Philip PULLMAN

Debe decirse que, con esta peculiar mezcla de aventura, fantasía y humor es difícil crear obras perdurables: la sensación de artificio e irrealidad es muy fuerte y, por tanto, el lector no se siente identificado con lo que sucede aunque sí pueda estar intrigado por la trama. A esta observación general contribuyen otros sumandos en este caso: que un genio pueda convertirse a voluntad en cualquier clase de ser permite que pueda salir airoso de cualquier dificultad y hace pensar en que tal transformismo es un tanto caprichoso; que se hagan unas minuciosas descripciones de algunos encantamientos y algunas peleas cinematográficas bastante complejas indica control y dominio del autor pero llega un momento en que son innecesarias narrativamente; si es imposible que sea convincente la descripción del mundo interior de un personaje como Bartimeo, sí debería serlo la de Nathaniel, pero no es así pues sus sentimientos están sólo reflejados esquemáticamente.

Ahora bien, esta novela está bien escrita, la trama está bien urdida, y abundan los golpes de ingenio. Pero, sobre todo, es excelente la voz narrativa de Bartimeo: tiene acentos sarcásticos y aires perdonavidas, y narra lo que sucede añadiendo de vez en cuando divertidas notas al pie, algo que aquí es un brillante y bien justificado recurso. El autor sabe cómo hacer guiños humorísticos al lector. Por ejemplo, en un momento dado Bartimeo dice: «Odio el sabor del barro. No es lo más apropiado para un ser de aire y fuego. El peso empalagoso de la tierra me agobia sobremanera. Por eso soy tan tiquismiquis en cuanto a mis reencarnaciones. Pájaros, vale. Insectos, vale. Murciélagos, de acuerdo. Cosas que corran veloces, no está mal. Habitantes de los árboles, mucho mejor. Cosas subterráneas, vamos mal. Topos, mal, muy mal». Y, en otro, cuando ve a una chica —que se adivina que tendrá un importante papel en relatos posteriores—, dice: «La chica llevaba una chaqueta negra de piel y unos pantalones que se ensanchaban sin fin de rodillas para abajo. Sobraba suficiente tela como para hacer otro pantalón para un enano».

La segunda entrega de la trilogía, titulada El ojo del Golem (Golem’s Eye, 2004), mantiene las constantes de la primera. También le sobran páginas y descripciones, también hay un recrearse del autor en peleas imposibles; pero cobra protagonismo la chica, Kitty, y esto añade nuevas dimensiones a la historia.

Moralidad de fondo

A través de las vicisitudes de las aventuras fantásticas siempre acaba planteándose una lucha entre el bien y el mal. En este caso, de la narración se desprende que algunos valores morales están obsoletos. Así, cuando Nathaniel llega por primera vez al Parlamento, con doce años, el narrador nos dice que había unas cuantas esculturas monolíticas a la entrada que representaban las virtudes ideales: el patriotismo, el respeto a la autoridad y la entrega de la mujer a sus deberes. Sin embargo, no están nada definidos los valores vigentes, y aunque todo parece indicar que Nathaniel algo aprenderá, no se ve que haya un Gandalf o un Dumbledore que pueda orientar un poco a los personajes principales. Al final del relato, Bartimeo dice a Nathaniel: «Para ser un hechicero, tienes potencial. Y no me refiero a lo que tú crees que me refiero. Para empezar, tienes mucha más iniciativa que la mayoría de ellos, pero la aplastarán si no te andas con cuidado. Y también tienes conciencia, otra de las cosas que no se dan muy a menudo y que se pierde con facilidad. Consérvala. Eso es todo. Ah, y si yo fuera tú vigilaría a tu nueva maestra». Pero lo cierto es que la conciencia de Nathaniel, como la de Bartimeo, sólo asoma en los momentos en los que les mueve algo la piedad, y sin duda el motor más frecuente de sus acciones es la vanidad, o la venganza, o una pura y simple reacción de rechazo hacia seres como Lovelace. En la segunda novela hay un giro pues el comportamiento de Kitty sí es más nítido moralmente y todo apunta hacia una futura transformación de Nathaniel.


9 febrero, 2006
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