Escritor norteamericano. 1947-. Nació en Los Ángeles. Estudió psiquiatría y teología en Nueva York. Desempeñó distintos oficios. Profesor de universidad y editor en Oregón. Una cuestión de tiempo es su primera novela, y la primera de una trilogía editada por él mismo.
Una cuestión de tiempoBarcelona: Montena-Mondadori, 2002; 301 pp.; col. Serie Infinita; trad. de Silvia Alemany; ISBN: 84-8441-167-2.
Hermux Tantamoq es un ratón relojero. Un día recibe un encargo urgente de Linka Perflinger, una dinámica ratona que, sorprendentemente, no vuelve a recoger el reloj reparado. Tiene que lidiar también con su vecina Tucka Merkslin, propietaria de un imperio de cosmética, y acaba en medio de una competición para conseguir una revolucionaria fórmula de la eterna juventud, asunto en el que también está la clave de la desaparición de Linka.
Una cuestión de tiempo es lo más parecido en formato libro a una película de dibujos animados: de ahí derivan sus limitaciones literarias y su atractivo para los lectores pequeños. Ellos no encontrarán ninguna dificultad en aceptar como protagonistas a unos animales completamente humanizados y en seguir una narración que cuenta con toda naturalidad una sucesión de incidentes disparatados. Además, encontrarán cómoda la estructura en capítulos cortos, les encantarán las descripciones de donuts de distintas clases, quedarán enganchados por los plazos de tiempo que van marcando las distintas etapas.
Objetivamente, son un logro las personalidades del tranquilo y tímido Hermux y de la engreída y dominante Tucka, la elección de los sonoros nombres de los personajes —con acentos nórdicos o bálticos—, algunos toques descriptivos sarcásticos. Por otro lado, el argumento no es consistente —hay escenas innecesarias aunque sean más o menos divertidas en sí mismas—, el buen paso narrativo del principio se vuelve más trabajoso según avanza la historia, en esta clase de trama sobran los guiños humorísticos al lector adulto —como las ironías hacia el arte moderno con ocasión de la decoración que hace Tucka del vestíbulo de su casa—.
De todos modos, aunque no haya comparación posible entre Hermux y Stuart Little, como el mismo autor reconoce honradamente, Una cuestión de tiempo es un relato simpático que a veces contiene párrafos excelentes. Como éste, cuando Hermuk abre el periódico una mañana: «Era el típico batiburrillo de noticias. A la gente mala le habían ocurrido cosas buenas. A los buenos, en cambio, les sucedían cosas malas. Ciertos hechos sorprendentes habían salido a la luz. Se habían destruido muchas cosas antiguas. Se fraguaban nuevos conflictos en un frente mientras la paz se instauraba en otro. Las previsiones a corto plazo eran de crecimiento. Las previsiones a largo plazo eran de pérdidas. Hacía cada vez más frío, pero las temperaturas en general subían».
El autor ha escrito dos secuelas más que pueden gustar a quien haya quedado muy encandilado con Hermux: El misterio del desierto (The Sands of Time, 2002) e Intriga entre bastidores (No Time Like Show Time, 2004).
8 febrero, 2006