Escritor francés. 1832-1873. Nació en Saujon. Fue secretario de Paul FÉVAL. Se inspiró en POE para crear a su personaje más famoso, el inspector Lecocq. Otras novelas suyas no alcanzaron igual popularidad. Murió en París.
El expediente 113Madrid: Anaya, 1987, 2ª ed.; 381 pp.; col. Tus libros; ilust. de María Rosa Perrotti; apéndice de Juan José Millás; trad. de José Bailo; ISBN: 84-7525-201-X.
Con implacables métodos analíticos y haciendo uso de innumerables disfraces, el inspector Lecocq resuelve un robo aparentemente inexplicable.
Lo de menos aquí es la historia, literalmente folletinesca, tan ágil como increíble y endeble. Sin embargo, sí vale la pena señalar cómo, junto con otros más ilustres, el personaje de Gaboriau está en el origen de tantos casos policiacos de fantasía que inundarán el mercado de las novelas baratas que se popularizan desde finales del diecinueve. Y cómo, siguiendo la huella de Lecocq, será también característico de los policías literarios franceses que sean funcionarios. El narrador nos dirá que «si existe un hombre al que ningún acontecimiento puede ya sorprender o impresionar, que no se deja engañar por las apariencias, capaz de admitirlo todo y de explicárselo todo, ése es sin género de duda un comisario de policía de París».
Será CHESTERTON quien hará notar qué cerca está un personaje así de pasarse al otro lado: en dos casos recogidos en El candor del Padre Brown aparecerá Valentin, jefe de la policía parisiense, el más famoso investigador del mundo; en La cruz azul, Valentin y el Padre Brown persiguen al mismo delincuente; en El jardín secreto el mismo Valentin será el criminal. Y es que, pensaba Valentin, «el criminal es el artista creador, mientras que el detective es sólo el crítico».
7 febrero, 2006