Escritora argentina. 1961-. Nació en Buenos Aires. Licenciada en Letras. Traductora, periodista.
El complot de Las FloresMadrid: SM, 2003; 128 pp.; col. El barco de vapor, serie roja; ISBN: 84-348-9497-1.
Historia contada por dos narradoras que se alternan. Una es Mara, una chica de catorce años: su padre, médico, se queda sin trabajo y debe aceptar un puesto por un año en el lejano pueblo de Las Flores, en la Patagonia, con gran desagrado de sus hijos, Mara y su hermano pequeño Leonardo. La otra narradora es Ángeles, dueña de la hostería del pueblo e integrante del llamado Grupo de Rescate, unos vecinos que se reúnen con frecuencia para intentar salvar el pueblo de su desaparición. Aunque Mara no sabe nada, el Grupo de rescate piensa que parte de la solución es que se haga novia de Sebastián: en ese caso, su abuelo, el rico del pueblo, pagaría el asfaltado de la carretera de acceso.
El hombre que quería recordarMadrid: SM, 2004; 139 pp.; col. Gran Angular; ISBN: 84-675-0391-2.
Un chico de diecisiete años que trabaja en prácticas en un periódico, está contando a un interlocutor policía una historia: un desconocido apareció un día en el periódico diciendo que había tenido un accidente grave a resultas del cual no recordaba nada; como el médico corrobora su versión, al chico le encargan que le ayude al tipo a recordar qué ocurrió para que pueda recuperar su identidad; con ese motivo, ambos viajan desde Buenos Aires a Mar del Plata y allí comienzan a pasar cosas raras… Al fin, el chico se asusta y se va. En una segunda parte, el mismo narrador completa la historia y da las claves que faltaban.
El camino de SherlockMadrid: Alfaguara, 2007; 160 pp.; col. Serie roja; ISBN: 978-84-204-7316-1. Nueva edición en Madrid: Santillana-Loqueleo, 2016; 160 pp.; ISBN: 978-8491220589. [
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Un chico superdotado cuenta su vida. Hace hincapié sobre todo en el empeño que siempre puso su madre para poner de relieve su talento y cómo él la fue decepcionando una y otra vez, señala sus dificultades de trato con los demás y explica cómo llegó a tomar gran afición a las historias de Sherlock Holmes y a participar en un concurso televisivo sobre ese tema cuando tenía diez años. Por otro lado va narrando unos asesinatos que han tenido lugar en su barrio en los últimos meses y las conjeturas que hace sobre lo que lee y conoce, hasta que finalmente cree tener la solución y actúa.
El diamante oscuroMadrid: SM, 2008; 288 pp.; col. Gran Angular; ISBN: 978-84-675-2433-8.
La principal línea del argumento está protagonizada por Alina, una chica de catorce años cuyos padres, Roberto y Elisa, son sordos; como conoce bien su lenguaje de signos y ha tenido que actuar muchas veces como una especie de intérprete para ellos, es una persona madura que ha de hacer frente a una situación extraña: cuando tienen noticias de que ha muerto en Sudáfrica su tío Lucio y saben que son ellos los principales beneficiarios de su testamento, un testamento que no aparece, comienzan a pasar cosas extrañas. La otra línea sigue las accidentadas peripecias de un chico sudafricano llamado Frederick que ha de cumplir el encargo de llevar el testamento a la familia de Alina.
Relatos bien armados y contados con lenguaje periodístico ágil. En todas ellas abundan los argentinismos coloquiales —morocha, petisa, pavada, chabón…—, algo que aumenta su sabor para un lector español.
En el primero no faltan toques más literarios como, por ejemplo, «mis mentiras eran transparentes como una ventana bien lavada». Los personajes y la trama en sí misma generan simpatía y curiosidad. El lector conecta fácilmente con la iniciativa de los vecinos que quieren salvar el pueblo y con la incomodidad de la familia que debe trasladarse allí, con la resistencia de los chicos y con los deseos de los padres tanto de ayudarles como de complacer al pueblo que les acoge tan bien. Se siente interesado por el complot y se divierte con él, en especial en las situaciones en que sabe por qué le ocurren a Mara las cosas que a ella le sorprenden, y también al ver a unos adultos llenos de buena voluntad pero enredados en unas operaciones un tanto chuscas.
El tirón de la segunda novela está en el interés que suscita el argumento, pues el lector pasa las páginas deseando saber qué ocurrirá después.
El camino de Sherlock está estructurado con saltos atrás y adelante para contar alternadamente los crímenes del presente y los sucesos del pasado. Se reflejan las dificultades de adaptación de un chico con cualidades intelectuales extraordinarias, y se muestran los efectos tan contraproducentes del comportamiento tonto de la madre y de su participación en el concurso televisivo. El narrador es atrayente porque, aunque a veces sea pedante y altivo como Holmes, suenan graciosas y resultan oportunas las citas con las que arma muchas respuestas. También lo es porque intenta verse y juzgarse a sí mismo con objetividad: «fue un periodo de mi vida en el que no sólo la pasé horriblemente mal sino que también me porté a menudo como un verdadero imbécil».
El diamante oscuro atrapa el interés y funciona bien, aunque no engranan del todo las dos vertientes del relato. La más conseguida es la de la vida cotidiana de los personajes mientras que la de «thriller» bordea los límites de lo improbable. Están bien dibujados los personajes de Alina y sus padres: se reflejan con verosimilitud y emoción contenida los problemas de comunicación que se les presentan y la forma en que Alina se bandea con ellos. Es más esquemático el personaje de Fred y, sobre todo en sus aventuras, abundan los pasajes con acentos peliculeros: después de las palizas que recibe resulta sorprendente que llegue vivo al final. El enganche de la historia también está en cómo una y otra vez se induce al lector a preguntarse, junto con los protagonistas, si quien tienen al lado es fiable o no, si quienes se acercan lo hacen con intención de ayudar o de traicionar.
Otros relatos: El increíble Kamil, Zoom, El círculo de la suerte.
7 febrero, 2006