Si, al principio de su carrera, Dostoievski presentaba figuras gogolianas —el escribano burócrata, el soñador romántico, el oficial corrupto…—, luego fue aumentando su ambición de crear personajes-tipo que fueran portadores de las tendencias y corrientes de pensamiento que veía crecer a su alrededor. Un ejemplo significativo es el relato corto Un episodio vergonzoso, una crítica burlesca de la condescendencia de algunos intelectuales.
En una reunión con otros funcionarios de alto nivel como él, Ivan Ilyich Pralinsky habla de su modo de pensar comprensivo y compasivo hacia la gente de condición social baja. Al dejar esa reunión, el protagonista encuentra, por casualidad, la boda de uno de sus subordinados y decide mostrar su benignidad con él y su familia entrando en la fiesta. La situación acaba siendo muy embarazosa para todos, incluido el protagonista que, poco a poco, va siendo consciente de que está completamente fuera de lugar.
Relato acerca de cómo la idea benevolente que un hombre tiene de sí mismo se deshace al ponerla en contacto con la realidad, y de la falsedad radical del humanitarismo «alimentado por clichés literarios», tan propio de algunas personas pudientes. Los buenos momentos cómicos de la historia y sus acentos satíricos no hacen tanto reír como provocar incomodidad, la misma que va sintiendo el héroe de la historia que, si bien va dándose cuenta de sus propios errores de juicio, tampoco desea reconocer de frente su mezquindad. Hay también, sigue señalando Joseph Frank, un «triunfo de la vida real con sus necesarios compromisos y limitaciones» sobre cualquier pomposidad ideológica.
En particular, están «escritas con un estilo chusco de considerable vigor cómico» algunas escenas de la celebración, precedentes de otras como el despertar de Marmeladov en Crimen y castigo y como la magistral escena de la fiesta en Los demonios. Pero, lo que eleva el cuento por encima de un simple esbozo de farsa, es el choque ideológico en el que Dostoievski emplea como portavoz suyo a un personaje cuyas ideas le desagradaban —un joven periodista radical—, «para desacreditar a otro personaje cuyas actitudes le repugnaban más aún». Y es que, dice Frank, «uno de los aspectos más asombrosos del genio de Dostoievski es su disposición a reconocer la relativa validez humana, en situaciones concretas, de puntos de vista con los que no estaba de acuerdo en otros contextos, y darles la más plena y animada vida artística»
Fiódor Dostoievski. Un episodio vergonzoso (Скверный анекдот, 1862), en Noches blancas, El pequeño héroe, Un episodio vergonzoso. Madrid: Alianza, 1988; 176 pp.; col. El Libro de Bolsillo; trad. de Juan López-Morillas; ISBN: 84-206-1883-7.