Agonizante civilización capitalista

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Agonizante civilización capitalista

En uno de los artículos más duros de Chesterton que recuerdo explica el por qué de su desprecio hacia quienes hablaban en su época de «control de la natalidad».

Primero, decía, porque es una expresión «débil, indecisa y cobarde», que no busca controlar ningún nacimiento sino que no haya nacimientos que controlar, por lo que, quienes la usan, deberían hablar de «prohibición de la natalidad». Segundo, porque es un modo de actuar «débil, indeciso y cobarde» pues si lo que afirman es correcto deberían llevar hasta el final lo que proponen y actuar como los eugenistas, y «el camino de acción obvio para los eugenistas es actuar con los bebés como actuarían con los gatos. Permitan que todos los bebés nazcan, para después ahogar a los que no nos gustan». Y la tercera razón para el desprecio, la más fuerte, era esta: «mi desprecio hierve hasta convertirse en mala conducta cuando oigo la sugerencia común de que se impiden los nacimientos porque la gente desea estar libre para ir al cine o comprar un tocadiscos o una radio. Lo que me hace desear caminar sobre esa gente como si fueran felpudos es que usen la palabra libre».

La ironía del asunto está en «lo que marca la modernidad de las tres opciones: la impotencia de los que las reciben. (…) Las tres forman parte de un mecanismo centralizado que les suministra a los hombres lo que sus patrones piensan que deben recibir». «Pero un chico es precisamente el signo y sacramento de la libertad personal. Es una tierna voluntad libre agregada a las voluntades del mundo; es algo que sus padres han producido libremente y que libremente acuerdan proteger. Ellos pueden sentir que cada diversión que les proporciona —que a veces es considerable— verdaderamente proviene de él y de ellos y de nadie más. Ha nacido sin la intervención de ningún jefe o señor. Él es una creación y una contribución en su propia y creativa contribución a la creación. (…) La gente que prefiere los placeres mecánicos a semejante milagro, está exhausta y esclavizada. Prefieren la escoria antes que la fuente primigenia de la vida. Prefieren la última, torcida, indirecta, copiada, repetida y exhausta creación de nuestra agonizante civilización capitalista, a una realidad que es el único rejuvenecimiento para cualquier civilización. Son ellos los que abrazan las cadenas de su vieja esclavitud; es el niño el que está listo para el nuevo mundo». («Bebés y distributismo», El Pozo y los charcos)

 

5 junio, 2010
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