En Algunos sumandos de la crisis recordé algunas citas que hablan de los errores de la gente supuestamente lista.
A ellas se podría añadir esta otra de Chesterton: «Cualquiera podría adivinar de antemano que los ignorantes cometerían disparates. Lo que nadie pudo adivinar, lo que nadie siquiera pudo soñar en una pesadilla, lo que ninguna imaginación morbosa pudo atreverse jamás a imaginar, fueron los errores de la gente culta. Es verdad, en cierto modo, que la chusma siempre ha sido dirigida por hombres más cultos. Es más verdad, desde cualquier punto de vista, que siempre ha sido muy mal dirigida por los hombres cultos. Es muy fácil decir que el hombre culto debe ser la guía, el filósofo y el amigo de la chusma. Desgraciadamente, casi siempre ha sido un guía descarriado, un amigo falso y un filósofo muy superficial. Y las catástrofes que hemos sufrido, incluyendo las que estamos sufriendo, es un hecho histórico que no se deben a la prosaica gente práctica que se supone que no sabe nada, sino, casi invariablemente, a los teóricos que creen que lo saben todo. El mundo puede aprender de sus errores; pero en su mayoría son los errores de la gente culta». En muchos casos errores cometidos, por cierto, «en nombre del progreso, en nombre del Infanticidio». («El hombre común», El hombre común y otros ensayos sobre la modernidad)
Y esta otra, que habla de la diferencia entre los vándalos antiguos y los vándalos modernos (esos que decía Alasdair MacIntyre que no están esperando al otro lado de las fronteras sino que llevan tiempo gobernándonos), es todavía mejor: «Hay dos clases de vandalismo: el negativo y el positivo; el de los vándalos del mundo antiguo, que destruyeron edificios, y el de los vándalos del mundo moderno, que los erigen. (…) De dos cosas malas, es mejor ser el bárbaro que destruye algo que por algún motivo no le gusta o no comprende, y a quien sin embargo pueden gustar sinceramente otras cosas que comprende, antes que ser un hombre rico en ideas vulgares que erige una imagen colosal de la pequeñez de su alma. (…) El burdo vándalo creador es mucho más pestilente y peligroso. Mucho más hay que decir del conquistador, que crea una soledad y la llama paz, que del otro que crea un pandemonio y lo llama progreso». Pues el primero deja marcado «a fuego en la memoria el cuadro vívido y positivo de su propia mezquindad y estupidez. Los bárbaros que asolaron el mundo» en el pasado, aparte de que seguramente hicieron algunas cosas buenas que fueron olvidadas, «no insistieron en que se debían recordar sus propias cosas bajas y bárbaras. Mas eso es, exactamente, lo que hace el «constructivo» hombre rico de ideas vulgares. Eso es, exactamente, lo que hace el vándalo moderno». («El vandalismo», El hombre común y otros ensayos sobre la modernidad)