Dos tipos más de lectores

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Uno. Auguste Dupin, el detective creado por Edgar Allan Poe, «es antes que nada un gran lector, un nuevo tipo de lector (…). Como en Hamlet, como en Don Quijote, la melancolía es una marca vinculada en cierto sentido a la lectura, al exceso de los mundos irreales, a la mirada caracterizada por la contemplación y el exceso de sentido. Pero no se trata de la locura, del límite que produce la lectura desde el ejemplo clásico del Quijote, sino de la lucidez extrema. Dupin es la figura misma del gran razonador. La lectura no es aquí la causa de la enfermedad, o su signo; más bien toma la forma de una diferencia, de un rasgo distintivo; parece más un efecto de la extrañeza que su origen». Dupin es «el que sabe ver (lo que nadie ve). O, mejor, el que sabe leer lo que es necesario interpretar, el gran lector que descifra lo que no se puede controlar».

Otro. En Anna Karenina, Tolstoi «construye la imagen de lo que podríamos llamar la lectora de novelas que descifra su propia vida a través de las ficciones de la intriga, que ve en la novela un modelo privilegiado de experiencia real. Se manifiesta así una tensión entre la experiencia propiamente dicha y la experiencia de la lectura. Y entonces aparece el bovarismo, la ilusión de realidad de la ficción como marca de lo que falta en la vida. Se va de la lectura a la realidad o se percibe la realidad bajo la forma de la novela, con esa suerte de filtro que da la lectura».

Ricardo Piglia. El último lector (2005). Barcelona: Anagrama, 2005; 190 pp.; col. Narrativas hispánicas; ISBN: 84-339-6877-7.

19 abril, 2009
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