En «Arte de injuriar» habla Borges de algunas tradiciones satíricas. Una es la de combinar palabras áridas con otras efusivas como usar «verbos burocráticos o tenderos» para hablar de la obra de un artista, como despachar o expender una obra. Otra es «la inversión incondicional de los términos», como decir que «la película era muy ingeniosa según me dijeron cuando desperté». Otra es la del cambio final brusco, como decir de alguien que «es un sacerdote de la Belleza, un verdadero artista, un imbécil». Otra más es la simulación de que a uno le apenan los errores del adversario, como indicar que, «lamentablemente, su historia es copiosa como un mamotreto». Luego están las enumeraciones donde unas palabras contaminan a otras: «un tonto, un lord, un abogado, un rufián…» Y las parodias de los insultos, como decir que «su esposa, bajo pretexto de trabajar en un lupanar, se dedica al contrabando» o como indicar que «Fulano deshonraría el patíbulo».
Jorge Luis Borges. «Arte de injuriar» (1933), en Ficcionario. Una antología de sus textos (1985). Edición, introducción, prólogos y notas por Emir Rodríguez Monegal. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1997, 2ª reimpr.; 483 pp.; col. Tierra Firme; ISBN: 968-16-2028-3.