Desperdicios por la ventanilla

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Contando una mini-anécdota de un rabino judío, que no creía en el respeto del sábado pero que indicó a uno de sus discípulos que lo cumpliera pues él sí creía, Claudio Magris dice: «El maestro es tal porque, aun afirmando sus propias convicciones, no quiere imponérselas a su discípulo; no busca adeptos, no quiere formar copias de sí mismo, sino inteligencias independientes, capaces de ir por su camino. Es más, es un maestro sólo en cuanto que sabe entender cuál es el camino adecuado para su alumno y sabe ayudarle a encontrarlo y a recorrerlo, a no traicionar la esencia de su persona». Un buen maestro, sigue Magris, no escarnece la ortodoxia codificada, «según la retórica de la transgresión tan cara a los espíritus banales, que creen afirmar su propia originalidad tirando desperdicios por la ventanilla sólo porque lo prohíbe un rótulo», sino que, al contrario «exhorta a su discípulo a observar el sábado que él, sin embargo, no reconoce».

Claudio Magris. Maestros y alumnos, en Utopía y desencanto.

 

7 enero, 2006
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