De una carta de Chéjov a su hermano mayor, el 2 de enero de 1889, reprochándole su comportamiento zafio y brusco con su mujer y sus hijos:
«Los niños son sagrados y puros. Hasta los ladrones y los cocodrilos los sitúan entre las filas de los ángeles (…). No puedes emplear impunemente un lenguaje grosero en su presencia (…). No debes convertirlos en juguetes de tu estado de ánimo, besarlos con ternura un momento y al siguiente patalear de forma frenética. (…) No deberías pronunciar los nombres de tus hijos en vano, y sin embargo te has acostumbrado a decir que cada kopek que das o quieres dar a alguien “es dinero que le quitas a los niños”. (…) Realmente hay que tener muy poco respeto por los hijos o por su santidad para ser capaz de decir —cuando estás bien alimentado, bien vestido y te embriagas todos los días— que te gastas todo el salario en los niños. Basta.
Permíteme que te recuerde que el despotismo y la mentira arruinaron la juventud de tu madre. El despotismo y la mentira mutilaron de tal modo nuestra infancia que sólo de pensarlo siento miedo y asco. (…) Ya no hay modo de que nuestro padre se haga perdonar todo eso (…)».
Janet Malcolm. Leyendo a Chéjov: un viaje crítico (Reading Chekhov. A Critical Journey, 2001). Barcelona: Alba, 2004; 187 pp.; col. Trayectos; trad. de Victor Gallego Ballestero; ISBN: 84-8428-218-X.