Paul Valery era un gran enemigo de los museos pues, decía, no se pueden escuchar diez orquestas a la vez, comenta Etienne Gilson en Pintura y realidad. Explica que muchos museos, y otras instituciones, actúan con un espíritu que cabría llamar educativo con vistas a que los niños y la gente se acerquen al arte, con lo que «la misma educación corre peligro de arruinar sus propios propósitos» pues, a veces, el deseo de dar o de lograr una educación es uno de los obstáculos principales en el camino que conduce a ella. Esto se ve si pensamos en que la educación como fin en sí misma es un punto de vista propio del educador, por eso hay mucha educación en las escuelas y poca en los alumnos, y que la educación no es un fin a perseguir por sí mismo sino que es un resultado de la búsqueda desinteresada de aquello que merece ser anhelado y amado por sí mismo.
Es decir, sigue, «si el hombre busca la belleza para adquirir una educación, perderá tanto la belleza como la educación, pero si busca el goce de la belleza por sí misma, tendrá tanto la belleza como la educación. Busca primero la verdad y la belleza y la educación se te dará por añadidura». Sin duda, como el placer del arte mismo solo puede hallarse allí donde está el arte, es decir, no en los libros ni en el discurso sino en las pinturas, hay que ir a los museos y, sin duda también, depende de nosotros aprender a hacer buen uso de los museos que están a nuestra disposición.
Así que uno puede estar a favor de las visitas dirigidas, de las exposiciones especializadas, etc. Pero a la vez conviene tener en cuenta que «el hombre puede absorber dosis prácticamente ilimitadas de propaganda, información e incluso enseñanza, pero no de placer, ni siquiera cuando se trata de los más nobles». «Nuestra aptitud para el goce artístico es limitada. No se incrementa con la repetición de la experiencia estética. El vértigo de museo es el precio que se paga por emborracharse de pintura». Y, de más está decir, «nadie está obligado a emborracharse, ni siquiera de pintura. La cosa es que, por su naturaleza misma, los museos son posibilidades permanentes de intoxicación».
Étienne Gilson. Pintura y Realidad (Painting and Reality, 1957). Pamplona: Eunsa, 2000; 398 pp.; col. Cátedra Félix Huarte; trad. del inglés de Manuel Fuentes Senot, versión actualizada de Rosa Fernández Urtasun; ISBN: 84-313-1767-1. [Vista del libro en amazon.es]