Se cuenta, en una antigua leyenda judía, que «el profeta Jeremías y su hijo consiguieron hacer un día un hombre vivo mediante una correcta combinación de vocablos y letras. El hombre formado por el hombre, el gólem, llevaba escritas en la frente las letras con las que se había descifrado el secreto de la creación: “Yahvé es la verdad”. El gólem se arrancó una de aquellas letras que en hebreo componen esa frase, y entonces la inscripción pasó a decir: “Dios está muerto”. Horrorizados, el profeta y su hijo preguntaron al gólem por qué razón había hecho eso, a lo que el nuevo hombre respondió: “Si vosotros podéis hacer al hombre, Dios está muerto. Mi vida es la muerte de Dios. Si el hombre tiene todo el poder, Dios no tiene ninguno”». Y, continúa el autor, páginas adelante, «si Dios no tiene poder alguno sobre el mundo, sino que lo tenemos nosotros, ¿queda algo más que desesperación detrás de todas las grandes frases?»
Joseph Ratzinger. El Dios de los cristianos. Meditaciones (Der Gott Jesu Christi. Betrachtungen über die dreieningen Gott, 1976). Salamanca: Sígueme, 2005; pp.; col. Verdad e imagen Minor; trad. de Luis Huerga; ISBN: 84-301-1572-2.