Escritora argentina. 1947-. Nació en Buenos Aires. Licenciada en Letras. Traductora. Autora de más de un centenar de libros para niños.
Venancio vuela bajitoBuenos Aires: AZ editora, 1994; 16 pp.; col. Serie del boleto; ilust. de
Gustavo ROLDÁN; ISBN: 84-8239-055-4.
«No es cierto que los perros no vuelen. Lo que pasa es que les gusta volar bajito», se nos dice al principio. Y se nos cuenta que don Fito, con una enorme paciencia, fue adiestrando a Venancio primero a saltar, cada vez más alto, hasta que supo volar. Entonces lo mandó volando a la carnicería y, al principio, a todo el mundo le gustó ver volar a Venancio por el barrio. Pero pronto empezaron las quejas porque Venancio volaba «como un almohadón desesperado»: era gordo, volaba rápido, le gustaba volar bajito y eso provocaba muchos accidentes.
La venganza de la trenzaMéxico: Fondo, 2001, 2ª impr.; 30 pp.; col. A la orilla del viento; ilust. de Claudia Legnazzi; ISBN: 9681654374.
Ema es una niña que «tiene un nombre fácil pero un pelo muy difícil», por lo que odia que su madre la peine. Para ella, el peine es un cocodrilo feroz que se atasca en un río que no tiene más que nudos, nudos, nudos… Las cosas cambian un poco de signo cuando a la puerta llama Emota, una chica grandona que viene precisamente a peinar a su madre.
Venancio vuela bajito tiene ilustraciones de gran colorido, con aire de cómic y rasgos del modo de dibujar de los niños. Las de La venganza de la trenza son dibujos como caricaturas que subrayan algunos pasos de la historia. Pero en ambos casos el peso del relato recae sobre los golpes de humor que se derivan de las escenas que se cuentan y de cómo se cuentan. Y es que, si en otros libros más largos de la autora puede notarse demasiado la presencia de una voz narrativa deudora de los cuentos orales, repetitiva y con derivaciones y apostillas, en estas historias cortas no es así: tienen ritmo y, gracias a una sobresaliente capacidad para narrar y describir, la imaginación del lector despega enseguida. Cualquiera puede imaginarse a Venancio volando trabajosamente, «arf, arf», o puede sufrir con Ema cuando nota la trenza «tan tirante […] que siente que los ojos se le empiezan a correr hacia las orejas».
4 septiembre, 2012