CARVALLO DE NÚÑEZ, Carlota

CARVALLO DE NÚÑEZ, CarlotaAutores
 

Escritora peruana. 1915-1980. Nació y falleció en Lima. Estudió Bellas Artes, pintora. Escritora de novelas, cuentos y obras teatrales para niños.


Rutsí, el Pequeño Alucinado
Lima: Ministerio de Educación Pública, 1947; 249 pp.; col. escolar peruana; ilust. de la autora.

Un geniecillo de la selva, Rutsí, pide al Buen Padre Río que le dé figura humana para vivir entre los hombres. Conseguido su objetivo, y pertrechado con el don adicional de comprender el lenguaje de los animales, viaja por la selva, la sierra y la costa, y alcanza la Gran Ciudad. En su periplo conoce toda clase de plantas y animales, le cuentan muchísimas historias populares y leyendas, y ve todo tipo de comportamientos entre los hombres.



Primer relato escrito de Carlota Carvallo. Al hilo de las peripecias de Rutsí, con lenguaje rico y prosa fluida, va mostrando una gran variedad de plantas, animales, personas, costumbres y trabajos, engarzando en el relato multitud de cuentos populares, leyendas nacionales, fábulas de animales y supersticiones indígenas. No falta un imprescindible vocabulario final.

La autora busca y consigue transmitir amor y respeto a la naturaleza. Rutsí siente dolor cuando pasa por un aserradero, «yo prefiero ver esos troncos entre los bosques, cargados de frutos y de nidos»; escucha el lamento de las focas que se le quejan de la crueldad de los hombres, «se esconden tras de las rocas, armados con gruesos garrotes, y cuando más tranquilos y confiados estamos, se presentan de improviso y nos matan sin piedad, aprovechando de lo poco listos que somos para movernos en tierra»; se duele cuando ve por las calles de la Gran Ciudad «señoras elegantes, envueltas en lujosos abrigos de piel, en muchos de los cuales reconoció asombrado algunas que pertenecieron a sus amigos de la selva»… No es extraño que, «triste, desilusionado de los hombres de la ciudad y de su manera de vivir», vaya creciendo en su interior «un deseo irresistible, de volver a la selva. Anhelaba hallarse nuevamente entre el río, las aves y los bosques. Ansiaba aquella paz, aquel silencio. Vivir por vivir, sin contar el tiempo como el hombre civilizado».

Al final de su viaje, cuando Rutsí manifiesta su decepción, un estudiante le dice: «¡Ah, Rutsí! ¡Tú eres un pequeño alucinado! Ni tú ni nadie es capaz de cambiar a la humanidad si no se cambia ella sola, con las grandes convulsiones que le depara el destino, tales como las guerras y otros acontecimientos históricos». Y un anciano ermitaño ofrece su diagnóstico: «El hombre se ha olvidado de Dios. Por eso ahora sufre su castigo. Ha creído saberlo todo, se ha vuelto soberbio y vanidoso. Ha escudriñado en el fondo del ser humano y ha pretendido conocer íntegramente su complicado mecanismo, negando así lo que hay en él de misterioso e inexplicable. Ha perdido también el contacto con la naturaleza, de donde recibieron los pueblos primitivos aquella profunda sabiduría que los hacía llegar por la intuición a conocer muchas cosas que el hombre actual no ha alcanzado todavía con su inteligencia».

La grandiosa selva sudamericana

El estilo de Carlota Carvallo se puede apreciar en el párrafo inicial de su novela: «¿Conocéis por ventura la selva, la grandiosa selva sudamericana? Si la conocéis, si alguna vez habéis visto desencadenarse sus oscuras fuerzas primitivas, si habéis escuchado hacia el atardecer sus confusos rumores, donde a veces os parece percibir el canto de eternidad de sus ríos, o el eco ronco de sus montañas, el grave croar de gigantescos sapos, el chirrido estridente de los monos, o el melodioso trinar de misteriosas aves; si habéis sentido el embrujo de su belleza y os habéis internado en el laberinto de sus entrañas, quizás habréis descubierto que está poblada de seres invisibles que viven en sus ríos y pantanos, en sus innumerables cascadas, en sus apacibles remansos, en sus montes y sus cuevas, y hasta en las chozas abandonadas de los indios». Por eso, toda la historia que cuenta de Rutsí gustará mucho a quien le atraiga conocer mundos donde habitan gigantescas boas acuáticas como la yacu-mama, tigres como el otorongo, zorrillos hediondos como el añaz, roedores parecidos a la ardilla como el machetero, insectos parecidos a la langosta como el serruchero, hormigas rojas herbívoras como los coques y carnívoras como los chacos, llamas, cóndores, pelícanos, focas, y toda clase de animales.


18 enero, 2012
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