Escritor francés de ascendencia rusa. 1898-1979. Nació en Clará, Argentina. Aviador en la primera Guerra Mundial, participó en la guerra civil española y combatió en la resistencia durante la segunda Guerra Mundial. Gran viajero, escribió muchos libros basados en sus experiencias vitales. Falleció en Avernes, Francia.
El leónBarcelona: El Aleph, 2002; 268 pp.; col. La Medianoche de El Aleph; trad. de Fernando Corugedo; ISBN: 84-7669-587-X. Nueva edición en tapa blanda en 2008; ISBN: 8476698445.
El narrador, un escritor de visita en la reserva de Ambolesi, Kenia, conoce a una niña de unos diez años, hija del guarda del parque, que tiene un extraordinario conocimiento de los idiomas y las costumbres locales, y una extraña sintonía con los animales y, en particular, con un león que cuidó desde su nacimiento. El drama se desencadena cuando un jefe masai pide a la niña en matrimonio y, para cumplir con el rito de paso a la madurez, el masai debe cazar un león.
Kessel combina varios ingredientes: una niña de una excepcional sabiduría cuyos diálogos con el narrador en los momentos iniciales recuerdan un poco a los de El principito; unas vivísimas descripciones de la fauna salvaje y de las costumbres de los masai; un desenlace que, parcialmente al menos, es parecido al de otras historias infantiles de maduración como El despertar; unos aires de drama familiar cuya resolución trágica se ve venir… Ciertamente, no parecen del todo verosímiles las relaciones de la niña con los animales; se acercan a lo estúpido las actitudes deslumbradas y complacientes de los padres ante la conducta caprichosa de su hija; asombra también la postura despegada del narrador ante actitudes ancestrales pero inhumanas de los masai. De todos modos, y aunque la popularidad del autor en los años de publicación de su libro influyera en que tuviera una difusión millonaria en ejemplares, es de justicia destacar su carácter de gran narración. Kessel fue un experto viajero que multiplicaba las repeticiones de verbos y adjetivos para transformar en espectáculo todo lo que contaba, en este caso para transmitir intensidad y colorido al continuo desfile de antílopes, rinocerontes, cebras, jirafas, elefantes, búfalos… Así, por ejemplo, señala cómo Patricia empleaba la misma voz de «los prisioneros, los vigías, los tramperos. Voces sin vibración, resonancia ni timbre, voz neutra, clandestina, silenciosa en cierto modo». O nos describe a los masai rodeando a un león en un círculo tan reducido que «para encontrar espacio libre, el león tenía que romper, abatir, destrozar, desgarrar un eslabón de aquel anillo tan quebradizo de huesos y de músculos humanos».
Otro libro: Manos milagrosas.
23 noviembre, 2011