DRUON, Maurice

DRUON, MauriceAutores
 

Escritor francés. 1918-2009. Nació y falleció en París. Estudió en la Universidad de París. Corresponsal de guerra. Académico. Diputado y ministro en la década de los setenta. Autor de muchas novelas históricas.


Tistú, el de los pulgares verdes
Barcelona: Juventud, 2002; 152 pp.; col. Juventud; ilust. de José Correas; trad. de Gloria Martinengo; ISBN: 978-84-261-3250-5. [Vista del libro en amazon.es]

Tistú es un chico especial. Su padre, un hombre muy rico gracias a su próspera fábrica de cañones, le paga una educación especial hasta los ocho años. Luego le manda a la escuela pero allí, Tistú, sin que nadie sepa por qué, se duerme. Sus padres deciden darle una educación distinta, enseñándole distintos aspectos de la vida. Le ponen, primero, con el jardinero Mostacho, que descubre una cualidad especial en Tistú: tiene los pulgares verdes, pero invisibles, «son verdes por debajo de la piel»: si sobre cualquier simiente «se posa un pulgar verde, la flor crece instantáneamente, esté donde esté». Después del jardinero, su tutor es el señor Tronadizo, el gerente de su padre y hombre ordenado por excelencia. Las cosas irán cambiando según Tistú vaya siendo enviado a conocer la cárcel, a visitar los barrios pobres de la ciudad, el parque zoológico… Y lo revolucionará todo cuando estalle una guerra.



Narración con elementos de «nonsense» y toques surrealistas, con un protagonista niño que posee la misma sabiduría intemporal de otros clásicos antecesores suyos: El principito sobre todo, pero también Peter Pan, o PippaEn los años de la revolución hippie Tistú anuncia que «he descubierto una cosa extraordinaria: las flores no dejan que pase el mal». Y promueve un comportamiento que luego veremos en muchas manifestaciones de los años sesenta y setenta: «Decid no a la guerra, pero decidlo con flores».

El narrador señala que «Tistú se hacía demasiadas preguntas; incluso durmiendo». De ahí que cuando Tronadizo le enseña que «lo más importante de una ciudad es el orden», y que «el orden es una cosa indispensable, y para conservar el orden hay que castigar el desorden»… a Tistú le parece bien, pero entonces piensa que «la guerra era el mayor, el más innoble desorden del mundo, puesto que cada cual perdía aquello que estimaba más». Y se sorprende al comprobar que su padre «era bueno y era fabricante de cañones. A primera vista, parece incompatible. Adoraba a su hijo y fabricaba armas para que los hijos de los demás se quedasen huérfanos. Es algo que sucede con mucha más frecuencia de lo que se cree».


3 agosto, 2010
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