Escritor británico. 1840-1928. Nació en Upper Bockhampton, Dorset. Estudió arquitectura, pero pronto se dedicó a escribir. Su novela más conocida, y más popular que otras por ser menos amarga, es Lejos del mundanal ruido (Far from the Madding Crowd, 1874). Falleció en Dorchester.
Nuestras hazañas en la cuevaMadrid: Escuela Española, 1987; 131 pp.; col. Caballo de cartón; ilust. de
Mª Cruz López; trad. de Juan M. San Miguel; ISBN: 84-331-0356-3; agotado.
Mediados del siglo XIX. Un chico de trece años, Leonard, cuenta lo sucedido durante un verano que pasó en West Poley. Un primo suyo, Steve, dos años mayor, le convence de que le acompañe a explorar las cuevas que horadan los montes Mendip. Por ellas transcurre una corriente de agua que los chicos cambian de curso. Al volver al pueblo descubren que han dejado a su pueblo sin agua…, y que se la han proporcionado a East Poley. Y las cosas se complicarán más todavía.
Una revista norteamericana para chicos encargó este relato al autor. No salió en aquella revista, pero sí lo hizo en otra de mujeres, por entregas, en 1892, sin que Hardy lo supiera. Esto hizo que pasara inadvertido durante años, hasta que vio de nuevo la luz en el año 1952. Desde aquel momento ha ganado un importante lugar dentro de las narraciones juveniles: es un ejemplo de argumento sencillo y tenso, contado cuidadosa y reflexivamente. Hardy mete al lector no sólo la inquietud por conocer el final de los incidentes, sino también dentro de los dilemas que se plantean a los chicos al ver las dificultades que a veces entraña intentar hacer lo justo. La longitud del relato no permite grandes dibujos psicológicos, excepto el perfil de los dos chicos protagonistas, pero aún así es un logro la figura de un hombre que, cuando al principio se cruza con Steve y Leonard, es descrito por Steve como un tipo al que las cosas le han ido mal y que se ha retirado al pueblo para vivir tranquilo: «El mismo se llama el Hombre que Fracasó», dice. Y el narrador comenta: «Ninguno de los dos era entonces lo suficientemente viejo para saber que los derrotados en la batalla del mundo son a menudo los mismos que, demasiado tarde para ellos, tienen la más clara visión de lo que contribuye al éxito. Por el contrario, los hombres que triunfan quedan con frecuencia cegados por la agitación de su propia marcha». La lección final la dará el mismo personaje a Steve: «Ya has visto lo que pasa cuando las personas se separan de su camino recto para entrometerse en lo que no entienden. […] La perseverancia tranquila en una carrera claramente definida es, por lo general, mejor que las proezas excéntricas, que pueden causar mucho daño».
7 octubre, 2009