HAUGEN, Tormod

HAUGEN, TormodAutores
 

Escritor noruego. 1945-2008. Nació en Trysil. Se licenció en Literatura Germana e Historia del Arte en la Universidad de Oslo. Premio Andersen 1990.


Zepelín
Barcelona: Juventud, 1989; 127 pp.; trad. de Annelise Cloetta; ISBN: 84-261-2428-3. Nueva edición en Madrid: Oxford University Press, 2011; 177 pp.; ilust. de Ignasi Blanch; ISBN: 978-84-673-6033-2.

Nina tiene diez años. El narrador ve las cosas como las ve Nina, y nos hace notar cómo, entre ella y sus padres, Eva y Martin, se producían «silencios largos y penosos», y cómo «nunca le habían preguntado qué tipo de verano quería. El verano de sus padres tenía que ser el verano de Nina». Cuando llegan a su casa de verano se dan cuenta de que alguien ha estado dentro. Otros indicios en la vecindad hacen suponer que hay alguien que merodea por las casas. Nina descubre al culpable y lo protege: un niño, de nombre Zepelín, que se ha escapado de casa.



En el primer plano de las obras del autor que conozco están familias con uno o, a lo más, dos hijos. En ellas se suele tratar de: chicos que sufren al ver que sus padres discuten o se separan; padres que se dan más o menos cuenta de lo que les ocurre a sus hijos; chicos que buscan llamar la atención de sus padres para obligarles a reflexionar sobre cómo están cumpliendo su papel; padres que intentan explicar a sus hijos que las cosas no son fáciles. El punto de vista es el del chico o la chica, al que, a la vez que se mira con simpatía, se le reclama comprensión con la estupidez-ignorancia-debilidad de los adultos. El autor no hace referencias trascendentes: sus personajes no rezan ni parecen plantearse la posibilidad de hacerlo. La única solución que a veces aporta es el apoyo mutuo entre dos chicos que sufren la misma situación. Por otra parte, aunque la soledad de los chicos queda patente, en ningún momento se sugiere, ni por parte de los chicos ni de los padres, la necesidad o conveniencia de tener más hermanos. Y eso que Nina no tiene por delante un verano muy atrayente que digamos: «Nina no hacía nada en concreto. Pero era como debía ser. Nada que hacer. Nadie con quien jugar. Como siempre».

Formalmente, Zepelín es un relato construido con frases sencillas y breves, pero muy elaboradas y expresivas; con muchos puntos y aparte, que entrecortan y oxigenan la narración. Véase un ejemplo:

«La mañana siguiente.

¡Qué bien despertarse! ¡Qué bien estirarse!

Al principio, el mundo se reducía a Nina en la cama.

Luego comprendía toda la habitación. La ventana. La luz del sol.

Sus pensamientos se extendieron al verano. A los macizos de flores. Al césped. Al arce.

De repente, Nina se sentó».

No es fácil ser pequeño y estar preocupado

Desde la primera página queda claro que los padres de Nina no la entienden y que Nina percibe que sus padres no entienden nada. Incluso cuando piensan que llora «tenía en la garganta una especie de burbuja que parecía risa». Cuando los diálogos entre sus padres suben de tono, Nina se va: «La intranquilidad fue creciendo en su interior. Le parecía que, a veces, escuchando detrás de las puertas cerradas, les había oído hablar así. Dolía escucharlos». Esa clase de tensión puede llegar a ser muchísimo más fuerte en otras novelas de Haugen. Y de ahí que, tanto en Zepelín como en otras novelas, se comprenda e incluso se promueva que los chicos huyan de casa. Zepelín dice a Nina:

«—Lo he probado todo. No tenía otra salida que escaparme.

—¿Pero por qué? ¿Qué habéis hecho tú o ellos?

—He intentado hacerles comprender que tienen hijos».

La misma madre de Zepelín reconoce su responsabilidad:

«—Pobre chico —dijo Eli—, fíjate que le obligamos a escaparse de casa. No es fácil ser pequeño y estar preocupado».

Un campeón de la libertad, pero no de la responsabilidad

El pensamiento de Haugen acerca del padre que se va de casa y el hijo que sufre la situación, cuestión que trata en otras novelas, quizá se resuma en el comentario del protagonista de un confuso relato de corte fantástico titulado Una misión peligrosa (Farlig Ferd, 1988); Madrid: Alfaguara, 1991; 195 pp.; col. Juvenil Alfaguara; trad. de Leopoldo Rodríguez; ISBN: 84-204-4737-4.

Taro, un chico cuyo padre ha desaparecido sin dejar rastro va en su busca y, al final, sus reflexiones toman esta forma:

«Sigo pensando en mi padre. Le odio y le amo. Le admiro por lo que hizo pero creo que no debió haberme traicionado. ¿Tendría que haber renunciado a la oportunidad de encontrar la libertad para quedarse conmigo?

Nunca he dicho eso.

Creo que nadie me comprende cuando digo que exigió demasiado de mí. Pero basta con que lo comprenda yo. Tengo que acostumbrarme a que los demás le consideren un héroe, un campeón de la libertad. Pero también era un padre que tenía la responsabilidad de un hijo, un hijo que quizá no vio».


14 enero, 2009
Imprimir

Comments are closed.