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LOWRY, Lois

A la enorme cantidad de novelas protagonizadas por niñas encantadoras, Lois Lowry sumó las nueve protagonizadas por la pecosa Anastasia Krupnik. Sus libros son simpáticos, están centrados en el modo de vivir característico de la clase media alta de la Costa Este de los EE.UU. y tienen la particularidad de que, frente a cierto feminismo radical, apuestan por destacar con sentido común la categoría del trabajo cotidiano del hogar.

¿Quién cuenta las estrellas? es una premiada novela, contada con lenguaje sencillo, en la que se reivindica la solidaridad con el pueblo judío y el papel de la resistencia danesa en la lucha contra el nazismo. Al final, la autora incluye un epílogo para aclarar qué cosas son reales y cuáles no lo son.

El Dador es una sugerente novela en la tradición de las mejores novelas futuristas (Un mundo feliz [1], 1984 [1], Farenheit 451 [2]…). En ella se describe un mundo en el que la vida es ordenada, previsible, indolora. La vida social está completamente regulada: un Comité de Ancianos se ocupa de la Unión de Cónyuges, la Imposición de Nombres, la Colocación de Nacidos, las Misiones (los distintos oficios: Criadores, Paridoras, Cuidadores, Obreros, Instructores…). No hay familias sino Unidades Familiares. Cada Unidad Familiar es estudiada y aprobada por el Comité de Ancianos, luego es sometida a un control de seguimiento durante tres años antes de que puedan solicitar hijos. Cada Unidad Familiar ha de tener dos hijos, chica y chico: así «estaba escrito en las Normas con toda claridad». Cada noche, había que manifestar los sentimientos; cada mañana, el rito matutino era contar los sueños. Se trata de que todos los miembros de la Comunidad estén bien educados: sepan dar siempre las gracias, pedir perdón si han actuado mal, conocer y nombrar sus sentimientos y encauzarlos, y cuáles eran las Normas importantes y las menos importantes; por ejemplo, no era una norma pero «se consideraba grosero señalar lo que un individuo tuviera de diferente o inquietante».

En la Comunidad no hay dolor: a los niños se les dan «objetos sedantes» para las noches; a los adolescentes se les proporcionan unas pastillas para frenar el Ardor, cuando se presenta. Las noches en la Comunidad son siempre tranquilas, tiempos de renovación y preparación para el día siguiente. La muerte no se nombra: se la llama liberación. De los liberados (niños con defectos, ancianos…) se dice que son enviados Afuera. El oficio de Receptor de Memoria, para el que ha sido designado Jonás, consiste en conocer todos los Recuerdos, de modo que todo el peso del dolor recaiga sobre una persona y que no produzca inquietud en nadie más. Pero Jonás se rebela cuando contempla cómo su padre, Criador, se ocupa de «liberar» a un niño: han nacido dos gemelos y está previsto que sólo sobreviva el de mayor peso. Jonás ve a su padre poner una inyección al niño… No se analizan razones ni falta que hace: a través de los ojos de Jonás vemos el horror que significa matar a un inocente, no importa qué tamaño tenga.

El Dador tuvo continuidad, años después, en tres novelas, más de fantasía que ciencia-ficción, tituladas En busca del azul, El Mensajero y El hijo. Doy los argumentos de las tres en esta primera nota [3] y hago comentarios generales a la tetralogía en esta segunda [4] y esta tercera [5] notas.

Otras novelas de la autora son Los hermanos Willoughby [6] y El regreso de los Willoughby. [7]