GIONO, Jean

GIONO, JeanAutores
 

Escritor francés. 1895-1970. Nació y falleció en Manosca, Provenza. Tuvo distintos oficios, fue un escritor autodidacta. Desde los años 30 se dedicó en exclusiva a escribir. Fue periodista, novelista, autor teatral.


El hombre que plantaba árboles
Madrid: Altea, 1995, 5ª ed.; 53 pp.; col. Altea mascota; ilust. de Willi Glasauer; trad. de Eloy Fuente Herrero; ISBN: 84-372-1868-3.
Otras ediciones en:
—Mallorca: Olañeta, 2000, 2ª ed.; 76 pp.; trad. de Borja Folch; ISBN: 84-7651-847-1.
—Mallorca: Olañeta, 2007; 74 pp.; col. El barquero; epílogo de Norma L. Goodrich; ilust. de Michael McCurdy; trad. de Borja Folch; ISBN: 84-9716-396-6.
—Barcelona: Duomo, 2013; 72 pp.; col. Nefelibata; trad. de Palmira Feixas; ISBN: 978-8492723089. [Vista de esta edición en amazon.es]

En 1910, siendo el narrador muy joven, hizo una excursión por los «páramos secos y monótonos» de la zona de los Alpes que penetra en Provenza. Allí conoció a Elzéard Bouffier, un pastor solitario de 55 años, único habitante de un «paraje de desolación sin igual», que le invita a permanecer en su casa. «Daba paz la compañía de este hombre», afirma el narrador, que cuenta cómo, durante los tres años que llevaba viviendo solo, había plantado cien mil árboles de los que habían crecido veinte mil… ; y que, desde 1920, repite la visita todos los años hasta la muerte de Bouffier en 1947. «Jamás le vi dudar ni desanimarse», dice, y en ese tiempo se produce muy despacio una transformación gigantesca en todo su entorno gracias a «la generosidad tan grande y tan terca de un solo hombre».



Muchas de las obras de Giono reflejan un gran amor por su tierra natal y, en general, su predilección por la vida rural frente a la vida urbana. Los mismos intereses manifiesta este pequeño relato, compuesto para contestar a la pregunta «¿cuál es la persona más extraordinaria que usted ha conocido?» y que Giono preparó inventándose un personaje tan inolvidable que resultara real para los lectores. Con esta historia confiaba en «despertar el amor a los árboles o, más precisamente, crear la afición a plantar árboles, lo que ha sido desde siempre una de mis ideas más queridas». Pero, sobre todo, pretendía transmitir una valiosa idea que formulaba expresamente al concluir: «Cuando pienso que ha bastado un hombre solo, limitado a sus sencillos recursos físicos y morales, para convertir aquel desierto en un país de Canaán, me parece que, a pesar de todo, la humanidad es admirable. Pero cuando reparo en todo lo que ha hecho falta para conseguir este resultado, tanta constancia en la grandeza de alma, tan ardiente generosidad, me invade un inmenso respeto por aquel viejo campesino sin instrucción que supo llevar a buen término esa obra divina».

Una personalidad inolvidable

En nuestro mundo se difunden tantos juicios apresurados y parciales, que descansa escuchar esta sentencia de Giono: «Para que el carácter de una persona nos revele cualidades verdaderamente excepcionales, necesitaremos la buena suerte de poder observar sus hechos durante muchos años. Si sus hechos carecen de egoísmo, si están orientados por una idea de generosidad sin par, si resulta indudable que no han buscado ninguna recompensa y si, por añadidura, han dejado en el mundo señales patentes, nos encontraremos, sin temor a equivocarnos, ante una personalidad inolvidable».

En otro lugar hablo de una versión en cómic de esta historia.

 


7 febrero, 2006
Imprimir

Comments are closed.