El grito ¡sálvese a los niños!, dice Chesterton, es «una especie de expediente desesperado para tiempos de pánico», algo propio de los naufragios cuando se considera necesario separar a los niños de los padres. Ahora bien, «este grito de “sálvese a los niños” contiene en sí la odiosa implicación de que es imposible salvar a los padres» o, dicho de otro modo, que muchos millones de personas han de ser ignoradas y dadas por perdidas. El planteamiento mejor quizá sea otro: el de que «a menos que se salve a los padres no se puede salvar a los hijos», que no se puede enseñar civismo a los niños si los padres no son ciudadanos, que nadie les podrá transmitir aquello que les salvará si los padres no lo saben primero. Además, «es vano salvar a los niños porque no... Leer más
Chesterton: «Si yo tuviera que escoger entre la plutocracia y la piratería, decididamente preferiría la piratería; porque esta clase de crimen necesitaba alguna clase de virtud. El pirata que se enriquecía en alta mar no podía, al menos, catalogarse entre los cobardes; el pirata actual que se enriquece a costa de los altos precios, puede ser tanto un pirata como cualquier otra cosa indigna de este mundo. Además, el antiguo pirata era continuamente perseguido por la ley, y es evidente que no está en el Parlamento dictando la ley». G. K. Chesterton. «Sobre la abstinencia total», Charlas (Generally Speaking, 1928). De la p. 1091 a la p. 1283, en Obras completas, Barcelona: Plaza & Janés, 1967; 1676 pp.; trad. de José Luis de... Leer más
A raíz de que una política de su tiempo comentó un día que «debemos cuidar a los niños de los demás como si fueran los nuestros», Chesterton escribió un furioso artículo titulado El niño. En él señalaba cómo esa persona no se refirió a los casos difíciles que justificarían una intervención de las autoridades, sino que hizo una generalización desde el primer momento: daba por sentado que se ocuparía de cualquier niño como si fuese suyo, con una frase casual revelaba el «supuesto profundamente plutocrático» de que «los niños nacen bajo el poder y la protección de una clase gobernante...». El significado de la frasecilla en cuestión queda de manifiesto si observamos que «quien dice que va a tratar a los hijos de los demás como si fuesen suyos es exactamente... Leer más
Algunas personas se sienten desconcertadas al ver el éxito de tantas malas novelas y de tantas malas películas y llegan a la conclusión de que debe ser que a la mayoría de la gente les gustan. Una mejor explicación, a mi juicio, es la que da Chesterton: «Al pueblo no le gusta la mala literatura. Le gusta, sí, literatura de cierto género, y le gusta, aún cuando sea mala, con preferencia a la de otro género, aun cuando esta sea buena. No veo en ello nada de absurdo; la línea divisoria entre diferentes tipos de literatura es tan real como la que separa el llanto de la risa; y decir a gentes que no pueden obtener más que comedias malas, que ponéis a su disposición una tragedia de primer orden, es como ir a ofrecer a uno que tirita bebiendo café caliente un helado de clase... Leer más
Chesterton: «Por lo menos en un sentido vale más leer la mala literatura que la buena. La buena literatura puede hablarnos de la mente de un hombre, pero la mala literatura puede hablarnos de la mente de muchos hombres. Una buena novela nos dice la verdad acerca de su héroe, pero una mala novela nos dice la verdad acerca de su autor. Hace mucho más aún: nos dice la verdad acerca de sus lectores; y, cosa muy curiosa, nos dice todo esto mejor y más claramente cuanto más cínico e inmoral es el motivo de su fabricación. (...) La novela sincera presenta la simplicidad de una persona particular; la novela insincera presenta la simplicidad de la humanidad». G. K. Chesterton. En «Los novelistas elegantes y los elegantes», un capítulo de Herejes (Heretics, 1905). Obras completas,... Leer más