Tal vez El eterno marido, dice Joseph Frank, sea la más perfecta y pulida de las obras breves, y la más clásica en su construcción, de Dostoievski. En ella presenta, una vez más, una lucha entre egoísmo y conciencia, y unos personajes atrapados en la dialéctica del orgullo y la humillación. El relato cuenta la complicada relación entre dos personajes, Velchaninov y Trusotsky. Llegamos a saber que, hace unos años, el primero vivió en la misma ciudad del segundo y fue amante de su mujer, cuando el segundo, al morir su esposa, se presenta en San Petersburgo, junto con su hija, y se hace el encontradizo con Velchaninov. Cuando este se hace cargo de la situación, decide llevar a Liza con una familia conocida para que la eduquen, pero Liza enferma y muere. Además, el comportamiento de Trusotsky es cada vez más patético.
Relato de una doble crisis moral en el que se puede ver la influencia en Dostoievski de una obra como Madame Bovary. Se puede destacar la creación, una vez más, de un personaje como Velchaninov, que tenía «el arte de aparentar completa franqueza y hacer creer a sus oyentes que los consideraba tan francos como él», y que se considera con ideas «superiores» a los demás. Otro punto de interés, señala Frank, es que la presencia y el destino de Liza convierte la obra en tragedia y vuelve a la idea de que la categoría moral de los adultos se mide por la responsabilidad que muestran hacia los niños: el recuerdo de Liza queda «como un símbolo de pureza y bondad por el que Velchaninov se evalúa constantemente».
Fiódor Dostoievski. El eterno marido (Вечный муж, 1870). Madrid: Alianza, 1995; 198 pp.; col. El libro de bolsillo; nota preliminar y trad. de Juan López-Morillas; ISBN: 84-206-0751-7.