Dejando aparte Basil Howe, un relato de juventud que no llegó a publicar, Chesterton escribió seis novelas largas: El Napoleón de Notting Hill, El hombre que fue jueves: una pesadilla, La esfera y la cruz, El hombre vivo, La Taberna errante, El regreso de don Quijote. En todas hay uno o dos personajes singulares que, con algún pretexto, se pasan las páginas yendo de un lugar a otro y charlando con unos y otros, y que intentan llevar hasta el final con coherencia unas convicciones más o menos extrañas. En definitiva desean mostrar que, como resultado, se producen inesperadas conclusiones y, al señalar las consecuencias sociales de las distintas posturas, quieren tanto hacer notar la trascendencia de sostener unas opiniones bien fundamentadas como implicar al lector en el mismo combate intelectual del autor.
En mi opinión no son los mejores libros para empezar a conocer a Chesterton. El motivo es que, incluso considerándolas como lo que son, como novelas de ideas, se nota mucho que la estructura es episódica y artificiosa, que al autor no le ha preocupado tanto armar bien la trama como enhebrar las ideas que le importan. Por eso, aunque todas ellas contengan escenas magníficas y diálogos brillantes, se puede decir que se disfrutan más si uno está ya en la onda del autor: si conoce ya su estilo y su particular modo de ver las cosas. Al mismo tiempo se ha de subrayar que las dificultades que pueden presentar, al margen de que uno conecte más o menos con este tipo de relatos y con el modo de pensar del autor, están sobre todo en que no es fácil estar a su mismo nivel: con Chesterton es particularmente importante no perder de vista que no siempre que algo se comprende mal la culpa es de quien lo cuenta.