Cuando el fallecido Freddy Mercury, con quien me pasa lo mismo que comenté sobre Michael Jackson, grita «I want to break free», pienso en lo difícil que es desear la libertad si uno no tiene idea de qué habla: ¿libertad de qué?, ¿libertad para qué? ¿qué da sentido a la libertad? Al oír «Heart of Glass», de Blondie, con el lamento de que «Love is so confusing» y que todo acaba siendo como «a pain in the ass» (y ojalá sólo fuera eso), pienso en cómo muchas ficciones, y también estas cancioncillas, cumplen el papel de ser como una especie de «simuladores de vuelo» de los sentimientos, y en cómo, al no ser simuladores fiables, es inevitable que conduzcan a unas bofetadas posteriores que, no pocas veces, serán irremediables.
29 abril, 2006