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CATHER, Willa

Las novelas más conocidas de Willa Cather se caracterizan por ofrecer una visión dura pero amable y elogiosa de la colonización del Oeste norteamericano, del temple de los hombres y mujeres que la llevaron a cabo, de los choques entre los venidos de fuera recientemente y los que ya se consideraban genuinos americanos, y de los enfrentamientos entre los distintos modos de ver la vida de quienes aman el campo y quienes prefieren la ciudad.

Son todas ellas buenas narraciones, fluidas y elegantes, porque Cather elimina todo aquello que sobra y, sin concesiones sentimentales para la galería, cuenta las cosas ciñéndose a los hechos y anécdotas que, con el paso del tiempo, vemos que fueron significativos. Se podría decir que trata también de mostrar cómo la memoria puede ser una especie de filtro con la capacidad de poner las cosas en la perspectiva justa. Además, sabe perfilar bien la evolución interior de sus protagonistas, y sus descripciones admirativas de la naturaleza [1] son ricas y precisas.

Si en La muerte llama al arzobispo, una especie de western que quizá sea la mejor de sus obras, Cather habla de hombres muy excepcionales, en Pioneros y Mi Ántonia elige como protagonistas a mujeres campesinas de una gran talla. En las tres quedan de manifiesto cualidades como el espíritu de trabajo, la paciencia y la tenacidad, y cómo la riqueza interior de una persona es el único valor permanente con la capacidad de transformar el ambiente de alrededor. Y, en las tres, se revela el talante de frontera que la escritora vio de niña: el espíritu que hace posible la construcción de un país, las formas de vida que se quedan atrás, el estilo de hombres como el padre Vaillant de quien se nos dice que su destino era «romper lazos», «decir adiós y adentrarse en lo desconocido».

Otras novelas

Willa Cather tiene un talento particular para dotar de una personalidad inolvidable a sus personajes. Son buenos ejemplos los ya citados de Alexandra Bergson [2], Ántonia Shimerda [3], Jean Latour y Joseph Vaillant [4], pero también tienen mucha fuerza Thea Kronborg [5], la protagonista de El canto de la alondra, o Marian Forester [6], la de Una dama extraviada, o Lucy Gayheart [7].

Brilla la misma cualidad en sus magníficos relatos cortos, como Los mejores años [8] o El caso de Paul [9].

Otras novelas más son Uno de los nuestros [10] y La casa del profesor [11]. La primera novela que escribió fue El puente de Alexander [12] y la última fue Sapphira y la joven esclava [13].

También merecen ser conocidas sus opiniones literarias, algunas de las cuales están recogidas en las notas tituladas Una escritora de primer orden [14] y Un pequeño reflector [15].