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NESBIT, Edith

Los buscadores de tesoros, publicado al principio por entregas y como libro en el año 1899, es el primer relato de Nesbit sobre los Bastable, unos chicos entusiastas de KIPLING [1] y El libro de la selva [2], y el que la empezó a dar popularidad. Cuenta con unos protagonistas creíbles, con que las situaciones y los diálogos son divertidos, y con unos irónicos y eficaces acentos feministas: cuando el narrador cuenta los problemas económicos de su familia indica que «se fueron las criadas y sólo quedó una chica para todo. De una buena chica para todo suele depender gran parte de la comodidad y el bienestar»; o cuando habla del diferente talante a la hora de afrontar las cosas entre sus hermanas y él, señala que «las chicas no valen para explorar África ni nada por el estilo; son de una delicadeza bárbara».

En los cuentos de la autora sobre dragones juguetones, dragones morados, dragones de hielo, dragones de fuego, etc., junto a los ecos de los cuentos tradicionales resuenan nuevas vibraciones, pues la autora sabe armonizar lo tradicional y lo moderno con ingenio y sentido del humor. Al lado de princesas, brujas y hadas, colocará bicicletas voladoras y ascensores. «Nesbit no inventa nada: transfiere, transforma, transcribe […]; más que una escritora, era una magnífica narradora: conocía y utilizaba las frases que hacían que sus oyentes-lectores se encontraran a gusto: “todos sabéis que hubo un tiempo en que los dragones eran tan corrientes como lo son hoy los autobuses, y casi lo mismo de peligrosos”; […] “las garras del dragón eran tan largas como las clases de los lunes”» (Marisol Dorao). Uno de los cuentos, Edmundo y el basilisco, trata de un chico «que era inaguantable pero los que le querían, y especialmente su abuela, que le adoraba, opinaban que lo que le pasaba era que tenía una mente inquisitiva». Otro Edmundo, que también tendrá problemas en sus relaciones con un dragón, será protagonista de varios títulos de las CRÓNICAS DE NARNIA [3], de C. S. LEWIS [4], que son deudoras del estilo bromista y de las historias de Nesbit sobre niños normales enfrentados a circunstancias extraordinarias.

El relato de Cinco chicos y eso tiene un arranque parecido al que tendrá también Los chicos del ferrocarril, pues los héroes comienzan sus aventuras cuando llegan a un pueblo y, como sus padres están felizmente ausentes, pueden moverse a sus anchas. Es una historia que será una referencia en el futuro por su forma de introducir de modo natural la fantasía en la vida cotidiana de los niños, y que puede alinearse con The Rose and the Ring [5], de Thackeray [6], por su forma de presentar cómo la magia puede causar grandes complicaciones. Es un gran acierto el Psammead, que si es irritable de por sí, también se va enfadando cuando ve las peticiones que le hacen los chicos: eso que queréis, les indica, «no os va a hacer mejores personas»; otra vez les dice: «no entiendo por qué sois incapaces de pedir algo sensato, algo para comer o para beber, o buenos modales o buen humor»; y al final estalla: «me estoy cansando de vosotros, tenéis menos sentido común que una ostra».

Los chicos del ferrocarril es un relato en muchos aspectos semejante a Los buscadores de tesoros. Así, aparte de los parecidos argumentales, no faltan en él ni la figura del Generoso Benefactor ni las citas literarias en bocas de los niños, de Kipling o Shakespeare, que dicen bastante de su educación literaria. Pero, sobre todo, en él la escritora usa el mismo recurso de un misterioso narrador, que a veces usa la primera persona como por despiste, o que incluye paréntesis hablando directamente al lector, y que se acaba delatando porque su mundo interior es el único que se revela y, según avanza la historia, no se resiste a elogiar su meritorio comportamiento cada poco.

En cuanto a El castillo encantado, donde aparece un anillo que vuelve invisible a su portador, elemento argumental que TOLKIEN [7] explotará con tanto talento, es una historia más compleja y menos lograda que otras. Suceden demasiadas cosas, por momentos las situaciones son confusas, y el hecho de que los adultos acaben participando e interviniendo en los descubrimientos mágicos de los chicos lo vuelve todo menos creíble. Eso sí, el relato tiene incidentes jugosos y situaciones cómicas, y la soltura descriptiva propia de Nesbit para presentar con gran naturalidad el comportamiento de sus protagonistas es la de siempre. Un pequeño ejemplo: cuando los tres hermanos entran en un lugar oscuro, Gerald, que tiene la costumbre de radiarlo todo en alto, comenta: «—Los jóvenes exploradores (…), deslumbrados ante la oscuridad de la cueva, no podían ver nada. —La oscuridad no deslumbra —dijo Jimmy».

Historias inaguantables

Uno de los aciertos de Los buscadores de tesoros es la figura del narrador, uno de los chicos Bastable que, ya en la primera página, señala que «uno de nosotros es el que cuenta la historia, pero no os voy a decir quién: a lo mejor lo hago al final de todo. Mientras dure la historia, podéis intentar adivinarlo, sólo que apuesto a que no lo conseguís». Pero, a continuación, el texto señala con frecuencia cosas como: «Oswald suele pensar a menudo cosas interesantes. En cuanto lo pensó, no se calló como habrían hecho algunos…», «se dice de Oswald que tiene un aspecto muy varonil para su edad», «Oswald es un chico de carácter firme e inflexible…». En cualquier caso, a pesar del buen juicio que tiene de sí mismo, Oswald es simpático, magnífico lector, como todos los hermanos Bastable, y, por tanto, excelente conocedor de lo que quieren sus lectores: «Yo también he leído libros y sé lo inaguantable que es una historia cuando comienza así: “¡Ay! —dijo Hildegarda suspirando profundamente—. Contemplemos por última vez esta mansión ancestral…” Y entonces otro personaje dice algo… y durante páginas y más páginas no sabéis dónde está la casa, ni quién es Hildegarda, ni nada del asunto». Por lo que, dirá más adelante, «no me vais a pescar diciendo: “así transcurrieron lentamente aquellos tristes días”…, o “pasaron los años en su cansado discurrir…”, o “corrió el tiempo…” porque es una bobada: claro que corre el tiempo, lo mismo si lo dices como si no».

Una horrible princesa

Un texto tomado de El último dragón puede dar una idea de la clase de magia cómica que usa Nesbit.

«Del fondo de la cueva salió un sonido áspero y chirriante como de un molino gigante que se despertara y se estuviera desperezando.

El príncipe y la princesa se echaron a temblar, pero no se movieron de donde estaban.

—¡Dragón! —llamó la princesa—. Escuche, dragón. Salga a hablar con nosotros. Le hemos traído un regalo.

—Sí, sí, ya sé qué clase de regalo —gruñó el dragón—. Una de esas hermosas princesas, supongo […]. Bueno, pues para que os enteréis, no pienso moverme de aquí. Yo nunca me negaré a entablar un combate sin ventajas, una lucha limpia, pero no una de esas peleas amañadas en donde tengo que salir siempre perdiendo, no, muchas gracias. Así es que ya lo sabéis. Si yo quisiera una princesa no tendría más que ir a cogerla, pero como no la quiero, pues eso. ¿Para qué voy yo a querer una princesa?

—Para comérsela, ¿no? —dijo la princesa temblándole un poquito la voz.

—Un cuerno me voy a comer —dijo el dragón, que era un tanto ordinario—. Ni siquiera se me ocurriría tocar una cosa tan horrible.»

Tres influyentes novelas

Por su influencia posterior en muchas historias sobre aventuras que viven pandillas de chicos, hermanos o no, son importantes Cinco chicos y eso, considerada la novela origen de la fantasía infantil moderna, y las otras dos, no traducidas aún al castellano cuando escribo esto, en las que sus protagonistas continúan sus aventuras: The Phoenix and the Carpet [8](1904), la mejor de sus obras según algunos críticos; y The Story of Amulet [9](1906), de la cual C. S. LEWIS [4] tomó elementos para las CRÓNICAS DE NARNIA [3]. En la segunda los chicos compran una alfombra persa y encuentran un huevo un tanto especial del que nace un Fénix, un pájaro elegante y vanidoso que, igual que la Alfombra, puede conceder deseos. En la tercera vuelven a encontrar al Psammead, que ahora ya no concede deseos pero, igual que hacía el Fénix con la alfombra en la segunda novela, puede advertirles sobre cómo usar un Amuleto egipcio, que como en realidad es medio amuleto no puede satisfacer deseos pero sí permitirles realizar viajes temporales para encontrar la otra mitad.

En Cinco chicos y eso el narrador es alguien que se dirige al lector niño con distintos objetivos. A veces lo hace para disculpar a sus héroes, como cuando asaltan una alacena y explica: «Yo no voy a decir que robar esté bien. Sólo puedo decir que en este caso a los cuatro hambrientos aquello no les pareció un robo, sino un intercambio justo y razonable». En otras ocasiones explica sus intenciones al tiempo que, hábilmente, saca las consecuencias que pretende, como después de una vez en la que los hermanos han pretendido «deshacerse» del más pequeño, porque les incordiaba: «Y esa, queridos niños, es la moraleja de este capítulo. No pretendía contar moralejas, pero las moralejas son unas criaturas desagradables que hacen y deshacen a su antojo, incluso cuando no se las busca. Y aprovechando que la moraleja ha aparecido, incluso en contra de mi voluntad, os lo pensaréis dos veces antes de ser tan brutos como para deshaceros de uno de vuestros hermanos o hermanas. Espero que esto no pase a menudo, pero apuesto a que sí ha pasado alguna vez, ¡incluso a ti!».

Otras novelas: La Ciudad Mágica [10], Los Seremosbuenos [11].

Bibliografía:
Marisol Dorao. E. Nesbit: su vida y sus cuentos (1987). Cádiz: Universidad, 1987; 226 pp.; ISBN: 84-505-6403-4.