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POTTER, Beatrix

Distintos cuentos, para niños de diversas edades, desiguales en calidad y en extensión, pero siempre con ilustraciones extraordinarias, deudoras de BEWICK [1] y de CALDECOTT [2].

Beatrix Potter es la primera de una nueva clase de autor-ilustrador, precedente de los nuevos cuentos y álbumes ilustrados, y renovadora de las historias de animales antropomorfizados que DISNEY [3] popularizará tanto años después. Une talento para narrar, imaginación para urdir los argumentos, espíritu de observación, dotes artísticas notables, sentido práctico (siempre quiso que los libros fueran de un tamaño manejable para los chicos)…, y sentido del negocio en los tratos con su editor, al que siempre pidió intervenir en el diseño de sus libros.

Extrae sus argumentos de las fábulas tradicionales y de la observación de sus propios animales, a los que a menudo dotaba de cualidades humanas, pero rompe con modelos narrativos anteriores porque no usa un lenguaje infantil. Y además de conejos, ratones, raposos y cerditos, también se interesaba por otra clase de bichos, como arañas, abejas y ciempiés. Sus cuentos son dulces y elegantes, y en ellos mezcla con gracia fantasía y realidad: «La vieja señora Coneja era viuda. Se ganaba la vida haciendo punto, cosiendo guantecillos y mitones para conejitos (yo misma me compré un par en una tienda)», afirma en El cuento del conejito Benjamín (1904).

El mérito de Potter está también en que no falta en sus cuentos un tono irónico y de comedia que se ha comparado al de Jane AUSTEN [4] por su fina caricatura de las convenciones sociales; en que sus personajillos se comportan como lo que son (Perico empieza sus líos desobedeciendo a su madre), y el ambiente cordial y optimista tampoco le impide hacer notar la proximidad del peligro y de la muerte. A veces se quejaba de estar escribiendo siempre «historias ñoñas acerca de gente buena», por lo que hay ocasiones en que cambia un poco de registro: «He escrito muchos libros acerca de personas que se portan bien. Ahora, para variar, voy a escribir un cuento acerca de dos malas personas, llamadas Tomi Tejón y el señor Raposo», comienza El cuento del señor Raposo (1912).

Sus detallistas dibujos acuarelados, que cuando eran de animales siempre se basaban en modelos vivos, han influido en muchos ilustradores posteriores que intentan pulsar los mismos resortes de realismo, ternura y buen humor que Potter también hace brotar del texto: «El cerdito Robinsón era una personilla encantadora. Era rosa pálido, con ojitos azules, doble mentón y nariz respingona con un anillo de plata enganchado en ella. Robinsón veía el anillo si guiñaba un ojo y miraba de reojo», leemos en El cuento del cerdito Robinson (1930).

Por otra parte, fue una innovadora en el modo de concebir las ilustraciones: no eran caricaturas sino precisos y elegantes dibujos acuarelados, y además con ellas buscaba una interacción con el texto diferente a lo habitual pues en su interior aportaba claves sutiles que no se mencionaban en la narración expresamente.

Sus relatos son los primeros «clásicos» para lectores pequeños, y sus personajes, junto con todo su mundo, han pasado a formar parte del folclore inglés. Sus traducciones a otros idiomas no funcionan tan bien porque su punto de vista es a veces muy local: se basa mucho en cuentos y en canciones infantiles populares, coloca sus historias en paisajes reconocibles (sobre todo de Sawrey, donde vivía).