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PRATCHETT, Terry

Pratchett narra con agilidad y es inteligentemente divertido, en los juegos de palabras y al manejar la ironía en las situaciones y en los comportamientos. Se le ha comparado, y él se declara deudor, de autores como Jerome K. JEROME [1] y WODEHOUSE [2]. Sus libros más conocidos son los de la larguísima serie MUNDODISCO (Discworld): relatos humorísticos, a caballo entre la fantasía y la ciencia-ficción, ambientados en un extraño planeta poblado por singularísimos personajes.

La trilogía EL ÉXODO DE LOS GNOMOS es como una versión más reducida e incluso más coherente de las mismas ideas, con protagonistas y escenarios más sencillos, pero con la misma clase de humor ilustrado y, digamos, científico: «La realidad no es algo digital, un estado de encendido o apagado, sino analógica» (Imágenes en acción), o «la antiluz es lo que se obtiene si se atraviesa la oscuridad y se sale por el otro lado» (Rechicero), son ejemplos de afirmaciones típicas de Pratchett. Sus gnomos tienen cierta semejanza con Los incursores, [3] de Mary NORTON [4], pues son de tamaño parecido, aunque algo más pequeños, y también viven a escondidas en el mundo de los hombres. Pero Pratchett es más directamente humorístico y busca que cada uno de sus gnomos protagonistas tenga una diferente actitud ante la vida: así va realizando reflexiones agudas que serían de gran calado si no estuvieran impregnadas de frivolidad, aunque también es cierto que, al elegir marco y personajes, ya parece difícil otra cosa.

El asombroso Mauricio y sus roedores sabios sí pertenece a la serie del Mundodisco —aparece uno de sus personajes habituales, como la Muerte, y se menciona, de paso, uno de sus escenarios más importantes, la Universidad invisible—, aunque bien podría ser independiente. En él son muchas las referencias a cuentos populares y relatos infantiles clásicos: a El flautista de Hamelín [5], por supuesto; a La señora Frisby y las ratas de NIMH [6] —Mauricio y los ratones se vuelven sabios por haberse alimentado de residuos extraños—; a los cuentos de Beatrix Potter [7] —el libro sagrado por el que se guían los ratones es uno de sus cuentos—; a cuentos populares que conoce y reinterpreta Malicia; a El Gato con Botas [8], a quien tanto se parece Mauricio; a Cascanueces y el rey de los ratones [9] —el enemigo final al que tienen que derrotar los héroes es unl Rey de las ratas—, etc.

Inseguridades y certezas

Pratchett no pierde ocasión de mostrar paradoja tras paradoja. Se distingue de su admirado CHESTERTON [10], sin embargo, en que aborda las cuestiones de fondo con el sentido bromista de quien no sabe callarse cuando tiene un chiste bueno. Es el suyo un humor externo, que juega con las insuficiencias de las observaciones superficiales para dar cuenta de las cuestiones de fondo. Un ejemplo es Dorcas, el inventor, que cuando sale al aire libre después de toda una vida viviendo en los grandes almacenes, y le hablan del día y la noche, comenta: «Es muy raro. Sería más lógico que la luz más brillante se encendiera por la noche y no durante el día, cuando ya hay luz suficiente para ver las cosas».

Pratchett elude cualquier conclusión seria con salidas ingeniosas. Esto se nota mucho en los libros del Mundodisco, pero también en sus gnomos, a la vez desconcertados y en busca de certezas. El líder es Masklin, un gnomo práctico del que se nos dice que siempre se sentía fuera de su terreno en las cuestiones religiosas y al que, además, siempre le pasaba que cuando creía haber entendido el mundo, éste cambiaba de nuevo. Del Abad Gurder, sin embargo, se nos comenta que desea por encima de todo encontrar un sentido a las cosas y creer en cosas importantes, pero se desespera cuando ninguna de ellas le dura ni cinco minutos. Masklin le aconseja que tenga una mente flexible, a lo que Gurder responde indignado que ya la tiene y que no le ha servido de nada tenerla: «¡Mejor habría hecho limitándome a creer lo que me enseñaron cuando era joven! ¡Al menos, sólo me habría equivocado una vez! ¡De esta manera, me estoy equivocando continuamente!». Angalo, un joven gnomo que acompaña a Masklin, cree ciegamente que la fe ciega no funciona nunca, es un firme partidario de la ciencia y es de ese tipo de gente que cuando ve montañas se pregunta: «¿Quién necesita tantas montañas? Yo llamo a esto ineficacia. Con una habría bastado».

Por utilizar un comentario de otro de sus libros, Pratchett parece sostener que «en la bañera de la historia, la verdad es tan difícil de aferrar como una pastilla de jabón, y aún más difícil de encontrar» (Rechicero). Pero quien no se toma nada en serio puede tomar demasiado en serio su propio ingenio, o sea, la nada.

Una teología simple

Hay que decir que Pratchett es repetitivo: quien ha leido dos o tres libros ha leído ya casi todas sus bromas y ha disfrutado con su ironía saltarina. Por ejemplo, con frecuencia Mauricio y los ratones añoran la vida previa a la Transformación y se lamentan de los problemas que les causa pensar y tener conciencia, como cuando el narrador nos indica los pensamientos de Castañoscuro: «Las ratas no pensaban en el mañana. No tenían más que una vaga sensación de que iban a pasar más cosas. Eso no era pensar. Y tampoco existía lo “bueno” ni lo “malo” ni lo “correcto” ni lo “incorrecto”. Aquellas eran ideas nuevas. ¡Ideas! ¡Ahora vivían entre ellas! Preguntas enormes y respuestas enormes, sobre la vida y cómo había que vivirla, y para qué servía uno. Las ideas nuevas inundaban la cabeza fatigada de Castañoscuro». En otro libro anterior hay un personaje que se lamenta de que antes «yo era un conejo normal y corriente, la mar de feliz, y entonces, de repente, ¡pumba!, empiezo a pensar», lo que «es una auténtica pesadilla cuando lo que quieres es realizarte como conejo» (Imágenes en acción).

Y, de igual modo, quien ha leído otros libros del autor verá cómo sus personajes se definen siempre por medio de sus reflexiones y de sus chispeantes enfrentamientos dialécticos. En este caso es memorable Mauricio, un tipo que parece cínico pero cuya conciencia va siendo mayor según avanza la historia —«una de las ventajas de ser un gato, aparte de las vidas extra, era que la teología resultaba mucho más simple»—, y que sabe bien cómo salir de cualquier apuro, incluso engañándose a sí mismo: cuando entra en el subsuelo y no se orienta muy bien piensa que «no estaba exactamente perdido, porque los gatos no se perdían nunca. Sólo que no sabía dónde estaba todo lo demás». Otro es el anodino Keith pero que, precisamente por eso, puede hacer bien de contrapunto a la cháchara interminable de Malicia y poner sensatez, como se ve en esta réplica: «Puede que tenga cara de tonto, pero no lo soy. Tengo tiempo para pensar en las cosas porque no me dedico a hablar todo el tiempo. Miro las cosas. Escucho. Intento aprender».

Reseñas de otros libros: Los pequeños hombres libres [11], Trilogía de Johnny Maxwell [12] (Sólo tú puedes salvar a la humanidad, Johnny and the Dead, Johnny y la bomba), Nación [13], Perillán [14], Los dragones del castillo ruinoso y otros cuentos alocados [15].

Citas de otros libros:
El reino políticamente correcto [16], de Una luz fantástica; Una vergüenza enorme [17], de Mort; Como una pastilla de jabón [18], de Rechicero.