- Bienvenidos a la fiesta - https://bienvenidosalafiesta.com -

LEWIS, Clive Staples

Lewis es un autor cuya figura se agiganta con el paso del tiempo pues sus obras se conocen y difunden cada vez más. Su aportación a la literatura juvenil son estas siete historias, una desacostumbrada y poderosa combinación de aventuras, humor y fantasía, la primera serie de su clase. Son relatos escritos con chispa, con argumentos que atrapan y hacen pensar, con protagonistas atractivos y secundarios singulares, con descripciones magníficas, con una presentación muy creíble de los cambios hacia una mayor madurez de los protagonistas.

Como buen escritor que era, su objetivo primario al escribirlas era contar bien unas buenas historias. Las veía como suposiciones, como respuestas imaginativas a la pregunta de cómo se podría manifestar Dios en otros mundos. No las consideraba ni símbolos ni alegorías, un tipo de relato que él mismo describía como un acertijo con una solución. Decía que lo serían si hubieran nacido a partir de unas ideas abstractas para las que luego inventara unas historias. Pero que no fue así, sino que primero tuvo en la cabeza distintas imágenes sueltas, que todas encajaron a partir de un día en el que se le vino a la cabeza Aslan y que comenzó a tener sueños sobre leones, y que a partir de ahí construyó las historias.

Básicamente, El sobrino del mago narra la creación de Narnia y cómo el mal se hace presente ya en sus comienzos; El león, la bruja y el armario cuenta cómo Aslan restaura el daño causado por la Bruja Blanca entregando su propia vida; en El príncipe Caspian los hermanos Pevensie vuelven a una Narnia donde muchos no creen ya en Aslan; La travesía del viajero del Alba, una novela de viaje y búsqueda del amor y de la aventura basada en la Odisea, habla de conversión y de ambición; El trono de plata tiene también estructura de viaje y se inspira en los relatos caballerescos del ciclo artúrico; El caballo y su jinete habla del regreso a la verdadera patria y a un mundo libre; La última batalla es una descripción del inevitable final de un mundo relativista y del premio que reciben quienes han sido fieles a Aslan.

A lo largo de todas ellas se notan muchas influencias literarias: relatos clásicos antiguos y medievales, y obras de autores como Hans Christian ANDERSEN [1], George MACDONALD [2], Edith NESBIT [3], Beatrix POTTER [4], Rudyard KIPLING [5], Kenneth GRAHAME [6], A. A. MILNE [7].

Son centrales Aslan, el león, y el escenario principal, Narnia, un mundo paralelo al nuestro pero donde el tiempo discurre de distinta manera. De Aslan debe señalarse que su identificación con Jesucristo es obvia, por los sucesos que protagoniza, por la personalidad que muestra, por los comentarios y las alusiones que se hacen en los libros, y por reafirmaciones explícitas posteriores del autor. Los chicos y chicas protagonistas no son siempre los mismos aunque cada uno aparece en dos o tres novelas, igual que sucede con algunos habitantes narnianos. Están bien dibujados todos ellos y también los numerosos y variadísimos personajes narnianos, humanos y no-humanos, amigos y enemigos, cuyo talante se perfila sobre todo según sus actitudes ante Aslan.

Es importante la figura de un narrador bromista y didáctico, que se gana la confianza del lector y se hace también su cómplice, que le involucra en la historia y sabe transferirle las experiencias de los protagonistas… Al escoger ese modo de narrar se ve que Lewis apuesta por escribir para niños con total sinceridad, sin abandonar en ningún momento su posición de adulto que conoce las cosas mejor, sin intentar ponerse falsamente al nivel del oyente o lector. Destaca también la cuidadosa elección de los nombres y cómo Lewis usa un lenguaje rico y preciso, sin complejidades innecesarias y con una soltura fuera de lo común. Hace descripciones largas y majestuosas y otras cortas pero fulgurantes, tanto de vivísimas batallas, colectivas con multitud de actores y emocionantes peleas individuales, como de sabrosas comidas o exuberantes paisajes y escenarios.

¿Habéis galopado alguna vez a lomos de un… león?

En El león, la bruja y el armario, se cuenta que lo más maravilloso de cuanto aconteció en Narnia a los Pevensie fue una galopada sobre Aslan. «¿Habéis galopado alguna vez a lomos de un caballo? Pensad en ello; y luego quitadle el pesado estrépito de los cascos y el tintineo de los frenos, e imaginad en cambio el pisar casi totalmente insonoro de las grandes zarpas. Luego figuraos, en lugar del lomo del caballo, negro, gris o castaño, la muelle rudeza del pelaje dorado, y la melena ondeando en el viento. E imaginaos aún que vais a una velocidad lo menos el doble que la del más rápido caballo de carreras. Pero además es una montura a la que no hay que guiar y que jamás se cansa. Avanza y avanza con ímpetu formidable, sin fallar una sola vez la pisada, sin vacilar nunca, trazando su camino con perfecta habilidad entre los troncos de los árboles, saltando sobre los arbustos, y riachuelos, y eglantinas rojas, vadeando las corrientes más anchas, nadando en las más caudalosas. Y cabalgáis no por una pista ni por un parque, ni siquiera por lomas y collados campestres, sino a través de Narnia, en primavera, por majestuosos hayedos y soleados oquedales entre encinas, cruzando huertos de cerezo silvestre vestido de flor blanca, dejando atrás rugientes cataratas, y musgosas peñas, y cavernas resonantes de ecos, y subiendo por ventosas laderas llameantes de hiniestas floridas, y atravesando altos recuestos de montañas cubiertos de brezos, y descendiendo por vertiginosos barrancos, abajo, abajo, otra vez abajo, a correr por hermosos valles agrestes y salir a campiñas de flores azules».

Rugidos gigantescos y oceánicos

En El príncipe Caspio, Peter, Susan, Lucy y Edmund participan en una batalla increíble, que comenzó con un rugido gigantesco de Aslan. «El sonido, hondo y palpitante al principio, como un órgano que hubiese empezado por la nota más baja, se elevó, ganó potencia, cada vez más agudo, más alto, hasta que la tierra y el aire comenzaron a temblar con él. Se alzó desde aquella colina y flotó a través de todo Narnia. Abajo, en el campamento de Miraz, los hombres se despertaron, se miraron pálidos, boquiabiertos, los unos a los otros, y echaron mano de las armas. Y en el Gran Río, que se hallaba en su hora de mayor frío, las cabezas y los hombros de las ninfas, así como la gran cabeza barbada cubierta de algas del dios del río, sobresalieron por encima de la superficie de las aguas. Más allá, en todos los campos y en todos los bosques, los oídos alertas de los conejos salieron de sus escondites, las adormecidas cabezas de los pájaros de debajo de sus alas, ulularon los búhos, ladraron las raposas, gruñeron los erizos, se agitaron los árboles. En los pueblos y en las ciudades, las madres estrecharon los niños contra sus pechos, mirando con ojos extrañados, mientras los perros gemían y los hombres buscaban luces. Más allá, en la frontera norte de las montañas, los gigantes salieron a la puerta de sus castillos».

Y a los sonidos propios de cualquier batalla se sumará el rugido oceánico de los Árboles Despiertos… «¿Habéis estado alguna vez en la linde de un gran bosque cuando comienza de pronto a soplar el viento del sur una plácida tarde de otoño? Imaginaos el sonido. E imaginad después que el bosque, en vez de hallarse quieto en un sitio, se abalanza sobre vosotros y que, de pronto, ya no son árboles, sino gente de gran tamaño, aunque aún parecida a los árboles, pues sus largos brazos ondean como las ramas y de sus cabezas, al moverse, se desprenden infinidad de hojas secas».

Las críticas de Tolkien

A Lewis le interesaba que sus relatos sirvieran para revelar, desde un mundo paralelo, el sentido de la existencia humana, y dejar al descubierto algunas inconsistencias de nuestra percepción de la realidad. Y, con ese objetivo en mente, aunque cada uno de los libros de la serie tiene valor en sí mismo, no se preocupó de dotar a su obra del rigor y la coherencia que hubieran gustado a su amigo Tolkien, que manifestó su desacuerdo con la obra de Lewis. Eso, que a veces causa extrañeza en quienes saben que ambos compartían una visión cristiana de la vida y que, además, Lewis sí elogiaba sin reservas la obra de Tolkien, tiene mucha lógica.

No presto aquí atención ni al desagrado que a Tolkien le producía la mezcla de mitologías que hizo Lewis en su obra, ni a su particular reserva hacia las narraciones con acentos orales, e indico otras razones para su crítica.

Como ya se ha dicho, el núcleo argumental de conjunto de las Crónicas de Narnia es un intento de contar la Creación y la Redención con un formato inesperado, y su personaje principal, el león Aslan, está calcado sobre la figura de Jesucristo. Lewis sabía que, con su obra, emprendía una tarea complicada y no ignoraba que, con ella, ponía a sus lectores en un camino que unos, quienes carecieran de los conocimientos previos, no podrían seguir cómodamente, y que otros, quienes sí los poseyeran, recorrerían haciendo comparaciones continuas y, dado que los paralelismos son obvios, debiendo comprender las cosas de un único modo. Por tanto, se puede afirmar que, al menos en parte, Lewis usa unas armas literarias con un objetivo no literario y busca una aplicabilidad completa de su historia. A mi juicio, esos son los primeros motivos que justifican la crítica literaria de Tolkien, muy cuidadoso siempre de utilizar sus armas literarias con un objetivo puramente literario y no con una finalidad apologética, y muy preocupado en todo momento de dar a su obra una solidez y autonomía internas tales que se sostenga por sí misma, lo cual permite que cualquiera puede comprenderla por completo sean cuales sean sus conocimientos previos.

Otro punto se deriva de la diferencia básica entre los relatos que pertenecen a la denominada «high fantasy» y que se desarrollan en «mundos cerrados», cuya cumbre está en El Señor de los anillos, y los encuadrados en la «low fantasy» y que tienen lugar en «mundos abiertos», es decir, cuando seres de otros mundos viven en este o cuando seres de nuestro mundo van a otro, como las mismas Crónicas de Narnia. Tolkien consideraba la Fantasía el primero de los géneros literarios y deseaba enriquecerlo con relatos poderosos, y no tanto con historias que, aunque fueran serias en sus contenidos y estuvieran confeccionadas con rigor, piden al lector que se introduzca dentro de un mundo secundario que, a su vez, se desarrolla dentro de otro mundo secundario. Se puede aplicar aquí el mismo motivo que daba para mostrar su insatisfacción ante las obras de fantasía representadas en el teatro: si un autor puede hacernos entrar en un mundo donde hay seres de fantasía como los elfos o los orcos gracias a su arte literario, su tarea es hercúlea, y al fin prácticamente imposible, si quiere convencernos de que un tipo disfrazado en el escenario es un dragón o, en un relato, no tanto pero de modo semejante, que los vecinos anodinos de abajo son una familia de magos.

Prolongando esa misma línea de razonamiento, de que ciertos relatos de fantasía piden demasiada benevolencia y credulidad por parte del lector, otro argumento más para una crítica literaria se basa en que cualquier progreso hacia un mayor conocimiento exige ir desprendiéndose de los modelos imaginativos que un día cumplieron su función. Cualquier buena educación trata de ir poniendo a sus destinatarios cada vez más en la realidad y, por tanto, transmitirles la complejidad de las cosas y no la visión simplista propia de los modelos imaginativos. Una educación así, con más motivo si se apellida cristiana, va desmitologizando el mundo y, por tanto, va dejando atrás cualquier clase de superstición y de animismo, y, apoyada en esas bases, proporciona también la capacidad de afrontar con realismo los cuentos de hadas y la literatura fantástica. De aquí se concluye que cualquier historia que represente a Dios o al diablo con una forma física determinada debe ser calificada de relato infantil, que puede ser por muchas razones excelente como es el caso de las Crónicas de Narnia, o simplemente ridículo cuando se dirige a un público ya mayorcito. Es decir, las Crónicas de Narnia es una obra que puede ser apreciada y disfrutada pero que, al pasar un poco de tiempo, en algunos aspectos básicos ha de ser superada. Esto sucede también con mucha gran literatura infantil, por eso la llamamos infantil, una obviedad que a veces se olvida y que se complementa con otra: que si hay buenos libros que son sólo para mayores, por la razón de que sólo pueden comprenderse a partir de algunas experiencias propias de adultos, no hay buenos libros que sean sólo para niños.

Novelas que marcan un antes y un después

Dicho lo anterior, debe señalarse que Lewis era muy consciente de las reservas de Tolkien hacia su obra y sabía bien lo que hacía.

Cuando escribe las Crónicas de Narnia, en él confluían unas experiencias personales determinadas: sucesos y lecturas de infancia y juventud, unos fuertes movimientos emocionales que llamó la Alegría y el proceso interior que culminó en su conversión, su gran actividad pública como propagandista del cristianismo que tuvo como consecuencia un contacto con lectores y oyentes y niños que va en creciente aumento a lo largo de los años cuarenta. Por otro lado, había escrito ya varias obras de ficción, llevaba unas décadas de trabajo como profesor y tutor y como crítico literario, y había ido formulando algunas reflexiones teóricas en torno a las características propias de los cuentos de hadas y de la literatura de fantasía, que nacían contrastadas con la experiencia y en las discusiones entre sus amigos profesores y escritores, Tolkien principalmente.

Con todo esto adquirió una particular comprensión de las necesidades literarias específicas del niño y de cómo las ficciones en la infancia modelan la visión posterior del mundo. También alcanzó una consideración de la literatura infantil como una realidad en parte diferente a la literatura mayor. En la primera dirección buscó escribir unas ficciones que tuvieran un impacto emocional enriquecedor sobre los lectores, semejante al de los mejores cuentos de hadas de la historia. En la segunda se propuso escribir libros directamente infantiles, pues quería que gustaran en primer lugar al niño, pero que también tuvieran una riqueza literaria que los hicieran aptos para cualquier lector adulto.

Con las Crónicas de Narnia demostró poseer una enorme potencia imaginativa y el arte del narrador que sabe contar sin infantilizar y usar las palabras justas. Fue original temáticamente y en la creación de la primera serie de aventuras de su clase que, además, eran novelas relacionadas pero estructuralmente distintas. Pero también fue muy ambicioso: se dirigió a un público infantil con el deseo de ofrecerle relatos que renovasen su esperanza y reavivasen su sentido de maravilla pues, decía, un niño no desprecia los bosques reales porque ha leído cuentos sobre bosques encantados pero con ellos sí aprende a ver el encanto que hay en los bosques reales. Y, a la vez, intentó ir más allá: transmitirles el ansia de otras realidades más hermosas y darles sentido de profundidad a la hora de contemplar la propia vida y el mundo de alrededor. Parafraseándole a él, buscó escribir relatos que nos trajesen olores de flores que no hemos encontrado, ecos de canciones que no hemos oído, noticias de países que nunca hemos visitado… pero que nos esperan.

Y el impacto que ha conseguido revela que fijó un antes y un después en la historia particular de la Literatura infantil.

Más información biográfica y literaria

En mi libro Una magia profunda [8] desarrollo extensamente las ideas contenidas más arriba.

Un análisis detallado del pensamiento filosófico, teológico y literario de Lewis lo hacen José Miguel y María Dolores Odero en C. S. Lewis y la imagen del hombre. De esa obra emerge una figura de un atractivo humano e intelectual enorme a quien sus biógrafos presentan como un profesor amable y paciente, un amigo leal, un conversador agudo e inteligente que tenía la capacidad de avivar en sus oyentes el deseo de leer sus autores favoritos.

Cautivado por la alegría (Surprised by the Joy, 1955) es un relato autobiográfico sobre sus años juveniles y su conversión en 1931: en él se describe a sí mismo como «un producto de pasillos largos, habitaciones vacías y soleadas, silencios en las habitaciones interiores del piso de arriba, áticos explorados en solitario, ruidos distantes del goteo de las cisternas y el sonido del viento bajo los tilos. También de libros sin fin». Otro libro autobiográfico es Una pena en observación (A Grief Observed, 1961), donde narra sus sentimientos cuando falleció su mujer y resulta un extraordinario e inolvidable testimonio de dolor y de confianza en Dios.

En el libro Cartas a los lectores de Narnia se contienen una parte de las cartas que C. S. Lewis recibió y contestó a lo largo de su vida a quienes le planteaban algunas dudas que les suscitaba su lectura.

De toda su restante producción se desprende que poseía una cultura formidable, un agudísimo sentido del humor, un sentido común aplastante, una temible agilidad dialéctica y unas sólidas convicciones morales. Todos sus libros tienen interés aunque se pueden destacar especialmente La abolición del hombre (1943), un ensayo donde manifiesta sus ideas acerca de la educación; y Los cuatro amores (1960), un estudio antropológico sobre las distintas clases de amor que, con el paso del tiempo, se ha convertido en una de sus obras más difundidas.

Bibliografía:
—Humphrey Carpenter. Los Inklings [9] (The Inklings, 1978). Madrid: Homo Legens, 2008; 479 pp.; trad. de Juan Castilla Plaza; ISBN: 978-84-936433-8-6.
—Luis Daniel González. Una magia profunda – Guía de las Crónicas de Narnia (2005). Madrid: Palabra, 2005; 157 pp.; col. Palabra Hoy; ISBN: 84-8239-957-8.
—C. S. Lewis. Cautivado por la alegría (Surprised by Joy, 1955). Madrid: Encuentro, 2002; 192 pp.; col. Biografías; trad. de María Mercedes Lucini; ISBN: 84-7490-662-8.
—C. S. Lewis. Cartas a los lectores de Narnia (Letters to Children, 1985). Madrid: Encuentro, 1996; 101 pp.; col. Creación Literaria; trad. de Carmen González del Yerro; ISBN: 84-7490-385-8.
—C. S. Lewis. Una pena en observación (A Grief Observed, 1961). Madrid: Anagrama, 2004, 9ª impr.; 103 pp.; colección Panorama de narrativas; versión de Carmen Martín Gaite; ISBN: 84-339-0653-4.
—María Dolores y José Miguel Odero. C. S. Lewis y la imagen del hombre (1993). Pamplona: Eunsa, 1993; 427 pp.; col. NT Lengua y literatura; ISBN: 84-313-1257-2.
James S. Custinger. C. S. Lewis. Apologista y místico [10] (1998). Mallorca: Olañeta, 2008; 68 pp.; col. Padma; trad. de Esteve Serra; ISBN: 978-84-9716-555-6.
Joseph Pearce. C. S. Lewis y la Iglesia católica [11] (C. S. Lewis and the Catholic Church, 2013). Madrid: Palabra, 2014; 267 pp.; col. Palabra Hoy; trad. de Diego Pereda; ISBN: 978-84-9061-102-9.
—Alister McGrath.
C. S. Lewis: su biografía [12] (C. S. Lewis: A Life: Eccentric Genius, Reluctant Prophet, 2013). Madrid: Rialp, 2014; 366 pp.; col. Biografías y Testimonios; trad. de José Morales Marín; ISBN: 978-84-321-4393-9.

Hay reseñas de casi todos los libros del autor en esta dirección [13] y en esta otra [14] de esta misma página.