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Adiós a todo eso

Cuando leí Poemas de guerra [1], de Wilfred Owen, anoté que debía leer Adiós a todo eso, de Robert Graves, y los poemas y la autobiografía de Siegfried Sassoon.

Adiós a todo eso es un relato autobiográfico escrito cuando su autor tenía 34 años. El título indica, entre otras cosas, el momento en el que Graves, después de su divorcio, dejó Inglaterra para irse a vivir a Mallorca. Recuerda su infancia, su vida escolar, sus experiencias de combate durante la primera Guerra Mundial, sus comienzos literarios como poeta —«siempre un proceso penoso de correcciones continuas, corrección sobre corrección, y una fuente persistente de insatisfacción»—, su primer matrimonio, su trato con algunos escritores —como Thomas Hardy [2], John Buchan [3], Walter de la Mare [4] y otros— y, por último, su trabajo como profesor de literatura inglesa en la recién fundada Universidad Real Egipcia, de El Cairo, donde conoció, aunque no lo cita por su nombre, a Taha Husein [5], «el profesor ciego de árabe, uno de los pocos egipcios con un amplio prestigio como orientalista».

La parte más extensa del libro, la de más influencia social y la que a mí más me ha interesado, es la que narra su participación en la guerra. Graves era un soldado valiente que, con solo veinte años, fue promovido a capitán, pero los acontecimientos que vivió —las bajas entre sus amigos y compañeros, la torpeza de sus superiores, el ambiente agresivamente patriotero en la opinión pública…— le hicieron adoptar actitudes de fuerte rechazo. Así, cuenta cómo «Inglaterra nos resultaba extraña a los soldados repatriados. No podíamos comprender la histeria bélica que se extendía enloquecidamente por todo el país. Los civiles hablaban un lenguaje que nos resultaba ajeno; era el lenguaje de los diarios. Me di cuenta de que cualquier conversación seria con mis padres era del todo imposible».

También se detiene Graves a contar su amistad con el poeta Siegfried Sassoon, nueve años mayor que él, un oficial condecorado por sus acciones de guerra pero que, cuando estaba convaleciente de sus heridas, envió una carta a sus superiores condenando la innecesaria prolongación de la guerra. Fue Graves quien hizo las gestiones para que un tribunal médico declarase que Sassoon estaba enfermo, bajo los efectos de un fuerte shock, y evitase así su condena por un tribunal militar. Todo esto también lo cuenta Sassoon en sus memorias, que pondré aquí dentro de unos días.

Robert Graves. Adiós a todo eso (Good-bye to all That, 1929 y 1957). RBA, 2010; 400 pp.; col. Narrativas; trad. de Sergio Pitol; ISBN: 978-8498676945. [Vista del libro en amazon.es [6]]