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RENARD, Jules

La vida familiar y social de Renard fue plácida y no hacía sospechar que su infancia hubiera sido como refleja Pelo de Zanahoria, pero en su Diario (1896) confirma su carácter autobiográfico. Con ella, Renard escribe una de las primeras novelas que reflejan recuerdos de infancia con afán vindicativo hacia una madre particularmente odiosa, mezquina e hipócrita, cuyas relaciones con su hijo son de aborrecimiento mutuo. Hay rasgos de humor grotesco y algún ramalazo de ternura, pero el tono irónico, cuya fuerza es acentuada por un estilo escueto y medido, siempre deja un regusto amargo pues no parecen quedar resquicios para la bondad.

Cabe decir a favor de Renard que no busca justificar el comportamiento de su protagonista ni hacerlo simpático al lector, aunque sí provocar sentimientos de compasión: el trato que recibe Pelo de Zanahoria lo transforma en un ser incapaz de sentir afecto, grosero, torpe, malvado con los animales… Una breve muestra: después de una crueldad más de su madre, Pelo de Zanahoria exclama:

«—¡Ah, mala mujer! ¡Te odio!
—Cállate —dice el señor Lepic—, es tu madre, después de todo.
—¡Oh! —dice Pelo de Zanahoria, recobrando la sencillez y la prudencia— no lo digo porque sea mi madre».

No es, como se ve, una obra calificable de infantil o juvenil, pero sí aporta el retrato de unos ambientes que sí existieron y existen, y sirve para comprender a un tipo de chicos que se lamentan, con Pelo de Zanahoria, de que «no todos pueden ser huérfanos».

Dan idea del espíritu agudo del autor algunos aforismos extraídos de su Diario, como los de tipo literario que figuran en Palabras a medida [1], y los de tipo más general que he puesto en Cinco minutos en el espejo [2].