Relatos divertidos tanto en sus argumentos como en sus ilustraciones compuestas a base de dibujos acuarelados ricos en detalles simpáticos. Son claramente mejores El palo de hockey volador y Pastel de crema de pepinillos, aunque los cuatro son graciosos, están bien contados y, en todos, el autor demuestra ser un extraordinario dibujante: consigue personajes expresivos, multiplica los toques humorísticos y, si es el caso, como en una escena de Pastel de crema de pepinillos, hace guiños a obras de Picasso, Matisse, Grant Wood y Toulouse Lautrec.
El palo de hockey volador dará ideas a cualquier aficionado al bricolage y a los inventos caseros ya desde las guardas: el protagonista no deja de usar uno sólo de los objetos que uno puede (o podía) encontrar en su casa. Los animales singulares que pueblan Pastel de crema de pepinillos no desmerecen nada de los que componen la zoología alternativa del Doctor SEUSS [1]. Tanto ese último relato como Un perfecto caballero para dragones —un álbum sin guardas y con páginas iniciales un tanto caóticas— son herederos de la tradición irónico-festiva iniciada por Kenneth GRAHAME [2] con El dragón perezoso [3]. Un león de color lila trata bien, en este caso sin especiales novedades, la idea recurrente de muchos relatos infantiles sobre los personajes que viven en la imaginación del niño.