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MARÍ, Antoni

Narración limpia y elegante. Los acentos son poéticos pero nada enfáticos. Todo se narra con fluidez y las conversaciones van integradas en la narración sin las marcas de los diálogos. El rasgo humano que más destaca en lo que se cuenta es el de la bondad y delicadeza en las relaciones humanas: casi todas las situaciones están centradas en cómo alguna persona toma la iniciativa cuando se da cuenta del sufrimiento interior del narrador. Así, la niña que aprecia el momento crítico por el que pasa cuando entra en su casa y le lleva una manta, el abuelo que le salva la cara ante la severidad de su padre, el músico que le da un consejo amable para el futuro… En otros pasajes es Miguel quien actúa compasivamente acompañando a un amigo que lo pasa mal.

La personalidad del narrador y sus ambientes familiares y de amistades sólo se apuntan: el autor no tiene intención de presentar un proceso completo de maduración ni una especie de panorama de su entorno. Eso sí, apreciamos que la educación que recibe tiene una clara impronta alemana; vemos las no siempre fáciles relaciones con su padre; asistimos a los primeros impactos cercanos de la enfermedad y la muerte en alguien joven. También hay interesantes esbozos de la visión infantil de la vida o, mejor, de la huella indeleble que dejan algunos sucesos: «Es sabido que los castigos que se inflingen a los niños son arbitrarios y desproporcionados».

Con personalidad propia, el libro recuerda obras como las Pequeñas memorias de Tarín [1], de Rafael Sánchez Mazas [2], o Las musarañas [3], de José Antonio Muñoz Rojas [4], o, también, escenas de El Rey Mago y su elefante [5], de Aquilino Duque [6]. Como ellas, El vaso de plata evoca con elegancia el mundo de sentimientos encontrados de la infancia y la adolescencia, contra el fondo de los ambientes y las relaciones humanas propias de tiempos pasados en España. El comentario que abre la obra como prólogo es certero pero, a mi juicio, en un caso como este parece más respetuoso dejar que la obra llegue al lector sin presentarle ninguna interpretación previa.