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POE, Edgar Allan

La selección y la traducción al francés que hizo Baudelaire de los principales relatos cortos de dos libros de Poe, bajo el título Narraciones extraordinarias (1847), fue la causa de que muchos escritores y críticos reconocieran muy pronto a Poe como el «padre del cuento contemporáneo». Aunque no todos sus relatos tienen igual calidad, algunos son excelentes y, en cualquier caso, son una inevitable referencia posterior.

Entre otros, Los crímenes de la calle Morgue, en el que fija las que, según Borges, serán reglas esenciales del género policiaco: el crimen enigmático y, a primera vista, insoluble, el investigador sedentario que lo descifra por medio de la imaginación y de la lógica, el caso referido por un amigo impersonal, y un tanto borroso, del investigador. Las aventuras de Dupin continuarán en El misterio de Marie Rogêt (The Mystery of Marie Roget, 1843) y La carta robada (The Purloined Letter, 1844), también un célebre relato donde se nos dice que la mejor manera de ocultar una carta es precisamente no esconderla.

Manuscrito hallado en una botella está en la tradición de relatos marineros gótico-fantasmagóricos. El gato negro y El tonel de amontillado son relatos de terror, no sólo por la crueldad de algunos sucesos que se cuentan sino también porque se transmite al lector cómo se va produciendo el progresivo deterioro del narrador-protagonista. Y El escarabajo de oro, contado como Los crímenes de la calle Morgue por un amigo del protagonista, deriva de lo que parece un relato de terror hacia una historia de tesoros piratas ocultos y tiene un característico guiño final humorístico.

Aventuras de Arturo Gordon Pym es la única novela de Poe. Fue publicada en forma de entregas mensuales, como muchas novelas de la época. De ahí su estructura y, en parte, sus deficiencias. Poe no era un experto en el mar ni en los descubrimientos geográficos, pero fue capaz de presentar ambas cosas con notable verosimilitud. Como cabría esperar del autor, el mar no es sólo el lugar para los viajes sino el medio ideal para lo fantasmagórico. Poe carga la mano en las descripciones de tempestades, en los momentos de suspense que preceden a los estallidos, en la insoportable angustia de la espera. No le importa sumar adjetivos: «Nos llegó un olor tan hediondo que no hay palabras en el mundo para explicarlo: infernal, sofocante, intolerable, inconcebible». Ni tiene grandes escrúpulos en excitar constantemente la curiosidad y las ansias del lector: «Poco después ocurrió un incidente que, motivo al principio de extremada alegría y en seguida de extremado horror, me parece, por esto mismo, más conmovedor, más terrible que ninguno de los azares que he corrido posteriormente en el transcurso de más de nueve años llenos de sucesos tan sorprendentes como inauditos e incomprensibles». O en la escena del canibalismo, que Poe introduce así: «Paso a referir con excesiva repugnancia la escena espantosa que siguió, escena que ningún otro acontecimiento posterior ha logrado borrar de mi memoria, que conservo grabada en ella con sus más minuciosos detalles y cuyo recuerdo envenenará todos los instantes de mi vida».

Jules VERNE [1] retomó la trama que Poe dejó inconclusa en su novela La esfinge de los hielos [2] (Le Sphinx des glaces, 1897). En ella intentó responder a las preguntas que Poe dejó en el aire: «¿Qué pasó con Pym? ¿Cómo pudo retornar? ¿Qué era aquella enorme figura blanca? Poe prefirió dejar abiertas las puertas a la fantasía. Verne no se conformó con imaginar […] y acepta enfrentarse con lo imposible. Será su homenaje a Edgar Allan Poe, a cuya memoria dedica su relato». No obstante, «mientras que la novela de Poe crea una atmósfera atrayente y misteriosa, la de Verne tan sólo alcanza a entretener; […] en Poe hay iluminación, en Verne ilustración. No por ello La esfinge deja de ser una novela muy estimable, que nos transporta gratamente a la nostalgia de un mundo en donde el hombre todavía parecía conocer sus metas» (Constantino Bértolo).

Sofocado por el paroxismo del terror…

En Aventuras de Arturo Gordon Pym, como en otros relatos de Poe, no faltan rasgos de humor irónico, burlonas tomaduras de pelo: «Mis sueños eran de los más horribles; abrumábanme toda clase de calamidades y de horrores; entre otros tormentos, sentía que una legión de demonios de siniestro y feroz aspecto me ahogaba bajo enormes almohadas; inmensas serpientes rodeaban mi cuerpo mirándome de hito en hito con ojos ardientes y horrorosamente brillantes […]. Sofocado por el paroxismo del terror, me sentí al cabo despierto. Mi sueño no había sido completamente sueño. Recobré el uso de mis sentidos. Las patas de algún enorme y verdadero monstruo se apoyaban pesadamente en mi pecho, y sus colmillos blancos y siniestros brillaban sobre mí en la oscuridad. […] Mis facultades físicas y mentales me abandonaban por momentos; en una palabra, sentí que me moría y me moría de terror. […] Haciendo un supremo y violento esfuerzo, dirigí a Dios una débil plegaria y me resigné a morir. Pareció que el sonido de mi voz despertaba todo el furor latente del animal que se echó cuan largo era sobre mi cuerpo. Pero júzguese de mi asombro cuando exhalando un prolongado y sordo gemido, empezó a lamerme el semblante y las manos con las mayores caricias y las más extravagantes demostraciones de cariño y alegría. A pesar de mi postración y de mi sorpresa, no pude menos que reconocer […] a Tigre, mi perro de Terranova».

Opiniones sobre Poe

Decía Chesterton [3]: «No creo que el nivel establecido por un tal señor Edgar A. Poe en un relato llamado Los crímenes de la calle Morgue haya sido indubitable e indiscutiblemente superado. Las dos cosas básicas de una historia semejante son que su lógica sea clara y que aún así el clímax sea inesperado. La lógica de Poe es superior a la de Sherlock Holmes y otros escritores posteriores, precisamente porque estaban un poco confusos por la idea moderna de que eso tiene algo que ver con la “ciencia”, lo que equivale a decir el materialismo. La lógica de Poe es superior, precisamente porque no es la lógica de un científico, es decir, de un especialista. Es la lógica de un filósofo y un poeta; y nunca estuvo más acertado que cuando subrayó el poder lógico del poeta» («El mejor relato de detectives», Cómo escribir relatos policiacos [4]).

Decía Borges: «Su mejor prosa debe buscarse en el cuento fantástico, al que agrega una premeditación y un rigor que hasta entonces no eran propios del género. Alguien lo acusó de imitar a los románticos alemanes. Poe replicó: “El horror no es de Alemania; es del alma”. Lo fue también de su destino».

Y P. D. James [5] apuntaba que «los honores de haber inventado, por decirlo de algún modo, la novela policiaca y de haber sentado las convenciones principales del género corresponden a» Edgar Allan Poe [6] y Conan Doyle [7]. «Podría sostenerse que, con sólo cinco cuentos, Edgar Allan Poe se adelantó prácticamente a cualquier tipo de historia policiaca futura: el sensacional suspense de Los asesinatos de la calle Morgue,el tratamiento realista del crimen combinado con una deducción meticulosa de El misterio de Marie Roget, la historia del agente secreto de La carta robada, el rompecabezas en torno al desciframiento de un código de El escarabajo de oro, y el misterio resuelto por el narrador de Tú eres el hombre. El detective de Poe, Chevalier C. Auguste Dupin, constituye un primer ejemplo del típico detective cerebral, un hombre que resuelve crímenes no mediante actos de gran valentía o una astucia espectacular, sino a través de la observación y la reflexión».

Jorge Luis Borges. «Edgar Allan Poe: La carta robada», Prólogos de La Biblioteca de Babel (1975-1981; 1995). Madrid: Alianza, 2001; 158 pp.; col. El libro de Bolsillo – Biblioteca Borges; presentación de Antonio Fernández Ferrer; ISBN: 84-206-3875-7.
P. D. James. La hora de la verdad (Un año de mi vida) (Time to be in Earnest, 1999). Barcelona: Bruguera, 2008; 347 pp.; col. Bruguera ensayo; trad. de Victoria Simó; ISBN: 978-84-02-42056-5.