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CHRISTOPHER, John

En la tradición de los clásicos de la ciencia-ficción, Christopher presenta unos seres dominadores que, como los de La guerra de los mundos [1], se mueven en trípodes. Contra ellos, como ya insinúa un personaje de WELLS [2], o como BRADBURY [3] presenta en Farenheit 451 [4], hay hombres con amor a la libertad que se unen para combatirlos, resistirse a la esclavitud y defender la propia identidad. El estilo es ágil y ensambla bien la evolución psicológica de los personajes en el rápido desarrollo de la trama. La novela tiene los acentos pesimistas habituales en las presentaciones del futuro de la ciencia-ficción, pero hace un planteamiento positivo de lucha por la libertad.

Christopher tiene otras obras semejantes a ésta: trilogías de parecida extensión, ambientes medievales-futuristas equivalentes, abundantes reflexiones agudas y mordaces acerca del poder, jóvenes protagonistas amigos-rivales que se debaten entre ser títeres o titiriteros… A mi parecer, LA TRILOGÍA DE LOS TRÍPODES es la mejor: habiéndola leído, las demás suenan a más de lo mismo.

Lo suficiente nunca es suficiente

Will Parker, a quien se describe como un chico con «edad suficiente para hacer preguntas y entender las respuestas», y con coraje para emprender un viaje largo, difícil y peligroso, se daba cuenta de que, por muchos privilegios que pudiera tener, seguiría siendo un borrego entre borregos; y que las Placas tampoco servían para aliviar el dolor humano. Por estas razones prefiere huir de la paz de rebaño para buscar y luchar por la libertad. A lo largo de todas sus aventuras estima cada vez más el valor de la amistad, y se da cuenta de la necesidad de luchar consigo mismo. Averigua que, «si se buscan razones para ser desleal es fácil encontrar algo que nos permita sentirnos ofendidos». Descubre que a Los Amos no les importan los hombres solos mientras se mantengan tranquilos y no den problemas. Aprende que «el menor detalle cuenta para la lucha», que las metas han de ser ambiciosas hasta rozar lo imposible, que «lo suficiente nunca es suficiente», que «no hay lugar para la complacencia» por mucho que se haya logrado, pues siempre queda algo por conseguir.