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Juana de Arco según ella misma

En un capítulo de Bresson por Bresson [1] que se titula «familiaridad con una sobrenaturalidad palpable» se reproduce una larga conversación de Robert Bresson [2] con Jean Guitton [3] acerca de su película El proceso de Juana de Arco [4]. Dice Bresson al principio:

«Voy a decirle lo que más me llamó la atención cuando releí, con miras a la película, las actas del proceso de condena de Juana de Arco.

Su juventud, su magnífica insolencia ante los príncipes de la Iglesia y los sabios dispuestos a enviarla a la hoguera (“¡Siguiente pregunta!”; “Esto no concierne a vuestro proceso”; etc.). A lo largo de aquellos interminables interrogatorios, de los cuales ella salía menos agotada que sus inquisidores, me la imagino lanzando sus réplicas obstinadas desde ese nivel superior que representaban en sus lienzos algunos pintores del siglo XV: el nivel de los asuntos espirituales con respecto al nivel inferior de las realidades materiales. Juana dista de sospechar la irritación que provoca en sus jueces. Pero poco importa: la suerte está echada.

Su falta de prudencia y esta réplica: “Tuve la voluntad de creerlo”, me parece más desconcertante que todas las réplicas famosas, pues es la más imprudente, aquella que corre el peligro de ser incomprendida tanto por los jueces más o menos de buena fe como por una posteridad fácilmente detractora.

Su pureza, ese estado de limpieza, de asepsia que se reclamaba tanto a sí misma como a los capitanes y soldados a sus órdenes, ese estado más allá del cual ella sabía que nada grande, nada glorioso podía darse.

Su fracaso (captura, hoguera), aquella ley general de gana el que pierde. Para ganar hay que perder. Peor aún: ¿murió con la duda que intentaron insuflarle el obispo y sus asesores sobre su vocación, sobre su misión, un crimen incluso más atroz que el de quemarla?

La analogía de su pasión con la pasión de Cristo.

Me impresionaron muchas otras cosas, como puede imaginar, entre las cuales tengo que mencionar la elegancia de la lengua que ella emplea. Sin coger una pluma, al responder a sus jueces, Juana creó una obra literaria. Escribió un libro, una pura obra maestra de la literatura. Aquel libro es un retrato, el único retrato que nos queda de ella».

Y, en otra entrevista, después de confesar que ve a Juana de Arco «con ojos de creyente», que cree «en ese mundo misterioso al que abre la puerta y la cierra tras ella», señala: «aprecio mucho (especialmente viniendo de ella) el título que Régine Pernoud [5] dio a mi película después de haberla visto: «Juana por ella misma»».

Bresson por Bresson: entrevistas, 1943-1983 (Bresson par Bresson, entretiens 1943-1983, 2013). Reunidas por Mylène Bresson. Barcelona: Intermedio Libros, 2015; 395 pp.; presentación de Santos Zunzunegui; trad. de Vanesa García Cazorla y León García Jordán; ISBN 13: 978-84-608-3012-2. [Vista del libro en amazon.es [6]]